Medina Azahara (en árabe: مدينة الزهراء‎, en árabe clásico Madīnat az-Zahrāʾ, con la imela Medīnat az-Zahrāʾ, «la ciudad brillante»),[3]​ fue una ciudad palatina o áulica que mandó edificar en el siglo X el primer califa de Córdoba, Abderramán III, a unos 8 km a las afueras de Córdoba en dirección noroeste, a los pies de Sierra Morena.

Los principales motivos de su construcción son de índole político-ideológica: la dignidad de califa exige la fundación de una nueva ciudad, símbolo de su poder, a imitación de otros califatos orientales y sobre todo, para mostrar su superioridad sobre sus grandes enemigos, el recién instaurado Califato fatimí de Ifriqiya, la zona norte del continente africano. Además de oponentes políticos, lo eran también en lo religio...Leer más

Medina Azahara (en árabe: مدينة الزهراء‎, en árabe clásico Madīnat az-Zahrāʾ, con la imela Medīnat az-Zahrāʾ, «la ciudad brillante»),[3]​ fue una ciudad palatina o áulica que mandó edificar en el siglo X el primer califa de Córdoba, Abderramán III, a unos 8 km a las afueras de Córdoba en dirección noroeste, a los pies de Sierra Morena.

Los principales motivos de su construcción son de índole político-ideológica: la dignidad de califa exige la fundación de una nueva ciudad, símbolo de su poder, a imitación de otros califatos orientales y sobre todo, para mostrar su superioridad sobre sus grandes enemigos, el recién instaurado Califato fatimí de Ifriqiya, la zona norte del continente africano. Además de oponentes políticos, lo eran también en lo religioso, ya que los fatimíes, chiíes, eran enemigos de los omeyas, mayoritariamente de la rama islámica suní. La construcción comenzó en los años 936-940 y continuó durante varias fases durante su reinado y el de su primogénito, al-Hakam II (r. 961-976). La nueva ciudad incluía un nuevo salón de recepciones (Salón Rico), una mezquita aljama, oficinas administrativas y gubernamentales, residencias aristocráticas, jardines, una ceca, talleres, zonas militarizadas y baños árabes. El suministro de agua se realizaba a través de acueductos. Sin embargo, tras la muerte de al-Hakam II, el nuevo dictador Almanzor (939-1002) trasladó el centro administrativo a su propia ciudad, Medina Alzahira, y durante la guerra civil de al-Ándalus, Medina Azahara fue destruida entre los años 1010 y 1013, siendo sus materiales reutilizados en otros lugares.

Las ruinas de la ciudad comenzaron a excavarse profesionalmente en 1911, siendo declaradas Bien de interés cultural en la categoría de Monumento desde el año 1923.[4]​ Se han excavado solo 10 de las 112 hectáreas de la ciudad, aunque esta zona incluye los grandes palacios. El Museo de Medina Azahara se inauguró en octubre de 2009, siendo declarado el 1 de julio de 2018 como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.[5]​ En 2019 recibió más de 285 672 visitantes, siendo uno de los espacios culturales más visitados de Andalucía,[6]​ mientras que en 2020, debido a las restricciones de movilidad ocasionadas por la pandemia de COVID-19, las visitas se redujeron a 87 315 personas.[7]

Contexto histórico  Dírham de Abderramán III emitido en Medina Azahara.

En el año 750 la dinastía de los Omeyas, que había gobernado el mundo islámico, fue derrocada del Califato de Damasco por los abasíes. Abderramán I el Emigrado, siendo miembro superviviente de los Omeyas, huye a Al-Ándalus proclamando el Emirato de Córdoba en 756 independiente de la nueva capital abasí, Bagdad. Sin embargo, Abderramán I nunca se proclamó califa, acto que sí realizó uno de sus sucesores, el octavo emir, Abderramán III, en el año 929, después de acabar con la inestabilidad política del emirato (principalmente la revuelta de Omar ben Hafsún), lo que conllevó el mayor esplendor político, social y económico de la España musulmana, haciendo de la ciudad de Córdoba la más avanzada de Europa y el asombro del mundo. La creación del Califato de Córdoba significó alzarse hasta el nivel de estado del Califato de Bagdad con todo lo que ello conllevaba, tanto religioso como político. Además, su proclamación como califa también se explica debido a la reciente creación del Califato fatimí en el norte de África unos años antes (909), quienes presentaban una amenaza para los intereses de Córdoba.[1][2]

Antes de la creación de Medina Azahara, la residencia y centro del poder político de los emires omeyas se encontraba en el Alcázar andalusí, en el corazón de Córdoba, frente a la Gran Mezquita aljama. Muchos eruditos destacan la motivación de la nueva ciudad califal como un reflejo del nuevo estatus y grandeza de Abderramán III en torno a su califato. La creación de estas ciudades palaciegas también tiene precedentes entre los califas abasíes y fatimíes que se construyeron este tipo de urbes para sí mismos.[1][2][3]​ Tras el intento fallido de levantar al-Madina, en el año 936 manda construir la fastuosa Medina Azahara junto a la capital, Córdoba.[4]​ Surgida de la nada, la ciudad regia concentra todo el poder político del califato.

Fundación de la ciudad  Vista panorámica de la mezquita aljama de Medina Azahara.

Aunque el origen de la ciudad no carece de elementos legendarios, se sabe que la construcción comenzó a finales del año 936 y se continuó durante los cuarenta siguientes, alcanzando los tiempos de su hijo y sucesor en el califato, al-Hakam II. El historiador del siglo XVI al-Maqqari nombra a Maslama ibn 'Abdallah como el alarife de la ciudad, aunque no está claro cómo de relevante fue su papel o qué porcentaje de planos diseñó. Los edificios de mayor calibre no comenzaron a construir hasta 940, y la evidencia sugiere a que se realizó por fases, con todo el proyecto general modificándose mientras que se ejecutaban los trabajos. La mezquita aljama fue consagrada en 941, mientras que en 945 se trasladó la corte a la ciudad y un año más tarde se pavimentó el camino entre la nueva ciudad y Córdoba. Finalmente, en 947 se trasladó el aparato de estado desde Córdoba, incluyendo la ceca o casa de la moneda (dar al-sikka). No obstante, la construcción de la ciudad continuó durante todo el reinado de Abderramán III, hasta 961, e incluso parte del reinado de su hijo Al-Hakam II (961-76). Asimismo, también participaron en los proyectos constructivos algunos oficiales de alto rango.[5][6][7]

La ciudad se encontraba rodeada completamente de una muralla aprovisionada de torres.[2]​ Sin embargo, hay evidencias de que únicamente los palacios estaban protegidos por una muralla al comienzo y que la muralla perimetral de la ciudad fue añadida tras la llegada de habitantes fuera del área aúlica.[7]​ Abderramán III también ordenó obtener o importar antiguas columnas de mármol de otros lugares, para ser utilizadas como material de acarreo. Asimismo, al-Hakam II trasladó antiguas estatuas y sarcófagos para decorar las estancias.[8]

Algunas estructuras que se han excavado e identificado del yacimiento arqueológico fueron construidas sobre otras anteriores que parecen pertenecer a una fase posterior a la construcción inicial de la ciudad. Las zonas conocidas actualmente como la Casa de Yafar y la Casa de los Pilares están edificadas sobre dos o tres pequeñas estructuras que ocupaban los mismos espacios. Además de albergar un tamaño más relevante, presentan características muy diferentes, como una planta semibasilical en la Casa de Yafar y un patio rodeado de una galería porticada en la Casa de los Pilares. Antonio Vallejo Triano, quien ha dirigido trabajos arqueológicos en la zona entre 1985 y 2013, ha datado la Casa de los Pilares de la década de 950. Del mismo modo, se cree que el Salón basilical superior, también conocido como dar al-yund («casa del ejército»), pertenece a esta cronología.[6]​ La construcción del Salón Rico o Salón de recepciones de Abderramán III ha sido datado entre los años 953 y 957 gracias a las inscripciones encontradas en su decoración.[5]​ La supervisión de este salón fue encomendada a Abdallah ibn Badr, el visir y oficial de alto rango del califa en aquella época. La decoración se ejecutó bajo el control del eunuco del califa Shunaif, aunque se desconoce si estuvo involucrado en el diseño del Salón Rico.[7]

Basado en las evidencias de estas construcciones, Vallejo Triano destaca que se hizo una remodelación significativa del complejo palaciego en la década de 950. Este cambio produjo edificios más amplios y monumentales que hacían uso de pórticos, arcadas y otros diseños basilicales. Estas estructuras a menudo se construían sobre otras previas y de carácter más modesto, por lo que eran diseñadas para aumentar la ostentación del califa a través de la arquitectura de su ciudad. Vallejo Triano argumenta que este periodo también coincidiría con una reorganización estatal de Abderramán III en 955, evidenciada por fuentes históricas como Ibn Idhari.[6]​ Asimismo, Abderramán se estaría informando de los ricos palacios y elaboradas ceremonias en la corte de la nueva capial fatimí, Mahdia, y la capital bizantina de Constantinopla. Por ejemplo, algunos de los emisarios de Abderramán al emperador bizantino traían esculturas doradas de bronce, fuentes de mármol decoradas con figuras animales y otros elementos decorativos arquitectónicos. Esta creciente preocupación por otras cortes imperiales y el anhelo de Abderramán de igualarse a ellas explica este incremento en la complejidad de las ceremonias y los protocolos de la corte del califa en esta época, a la que las fuentes históricas atribuyen gran importancia, junto a un incremento en la arquitectura de nuevos edificios.[7]

Vallejo Triano también aclara que la construcción de la Casa de Yafar se produjo de manera más tardía a la de la década de 950 debido a que su decoración parece estar más avanzada. Esta hipótesis refuerza una anterior del arquitecto Félix Hernández Giménez que indicaba que esta residencia fue construida para Yafar al-Siqlabi, hayib de al-Hakam II entre 961 y 971, a quien se debe su denominación. Asimismo, esta sería la única gran estructura de Medina Azahara realizada durante el reinado de al-Hakam II.[6][7]

Vida y gobierno en la ciudad palaciega

Los palacios albergaban a los allegados del califa, entre ellos un gran número de concubinas. Los residentes tenían a su disposición a un gran grupo de esclavos, incluyendo eunucos, la mayoría de orígenes europeos.[2]​ La ciudad también contenía una sala de audiencias (el Salón Rico), edificios gubernamentales, talleres de artesanía que producían productos de lujo, las viviendas de oficiales de alto rango y, en los niveles inferiores de la ciudad, mercados y distritos residenciales para los obreros.[2][7][8]​ La ciudad disponía de un gerente, un juez y un jefe de la guardia.[8]​ Durante el reinado de al-Hakam II, existió una biblioteca que, según algunas fuentes, llevó a albergar cientos de miles de volúmenes escritos en árabe, griego y latín.[2]​ La mezquita aljama y otras mezquitas de barrio proporcionaban un servicio religioso.[7]

Los palacios estaban amueblados con sedas, tapices y otros objetos considerados de lujo. Muchos de estos artefactos se fabricaban en los talleres oficiales y eran entregados como presentes y han acabado en colecciones de museos y catedrales cristianas.[2]​ Algunos historiadores describen en sus crónicas estos palacios, como al-Maqqari, quien escribe sobre una sala abovedada en el palacio que contenía una alberca de mercurio líquido que reflejaba la luz y producía una sensación de movimiento debido a las ondas solares, a pesar de que esta ubicación no ha sido evidenciada por los arqueólogos.[2][7]

El nuevo califato también desarrolló una creciente cultura en torno a los protocolos en la corte y la figura del califa. Se celebraron fastuosos festejos y recepciones para impresionar a los embajadores extranjeros.[5]​ De hecho, la organización de la ciudad parece incluir un camino específico a seguir por estos dignatarios extranjeros hasta la sala de audencias del califa, que se encontraba precedida por jardines y fuentes con vistas hacia el resto de la ciudad y el valle más abajo.[8]​ El mismo califa se mostraba sentado en el fondo de la sala de audiencias, rodeado de cortesanos y oficiales, con una arquitectura diseñada para destacar su posición.[7]​ A pesar de que el califa se mostró cada vez más distante en este tipo de actos, estos protocolos no evolucionaron hasta el punto de no mostrarse en público, tal y como sí hicieron los fatimíes en África, cuyos califas se mantuvieron ocultos tras un velo.[6]

Varios miembros de la familia del califa, o incluso la élite enriquecida, construyeron sus propias villas y palacios en zonas rurales alrededor de Córdoba durante este periodo de prosperidad del siglo X. Esta tradición existía desde los primeros momentos del Emirato y posiblemente tenía su origen en las antiguas villas romanas. De hecho, el califa a veces ordenaba que ciertos miembros de la familia ocuparan estas villas con el objetivo de distanciarlos del poder central de Medina Azahara, garantizándoles un sueldo generoso para que no causaran ningún problema.[2][7]

La Medina Alzahira de Almanzor  Almanzor (según retrato imaginario de Zurbarán) trasladó la corte a Medina Alzahira, provocando la primera oleada de abandono de Medina Azahara en el año 978-79.

Cuando al-Hakam II falleció en 976, fue sucedido por su hijo Hisham II, quien tenía minoría de edad y ninguna experiencia política. Por consiguiente, el poder político fue asumido de facto por Ibn Abi Amir, quien consiguió apropiarse de los cargos de háyib y visir, y adoptó el título real de Almanzor, «el victorioso».[1]​ En 978 o 979, tras haber asegurado el control estatal, ordenó la construcción de un nuevo palacio cuyos restos nunca han sido encontrados. De hecho, se especula con que podría encontrarse al este de Córdoba y que rivalizaría con Medina Azahara, adquiriendo un nombre muy parecido: Medina Alzahira, que fue construido en tan solo dos años. Almanzor trasladó la sede de poder lejos de los antiguos palacios omeya y confinó al joven califa Hisham II en el antiguo Alcázar andalusí de Córdoba.[9]

Destrucción y abandono

Tras la muerte de Almanzor en 1002, su primogénito Abd al-Malik al-Muzaffar lo sucedió en el poder. Cuando al-Muzaffar falleció en 1008, su hermano Abderramán, también conocido como Sanchuelo, accedió al poder. Sanchuelo no tuvo la destreza política de su padre y su hermano, e intento arrebatar el título de califa de Hisham II, evento que suscitó una fuerte oposición. En un intento de evitar esta controversia, marchó enseguida hacia una campaña militar contra los reinos cristianos del norte; cuando cruzó la frontera de los reinos cristianos en febrero de 1009, sus opositores entraron en el antiguo alcázar y forzaron a Hisham II a abdicar en otro miembro de la dinastía Omeya, Muhammad.[9]​ Al mismo tiempo, en Medina Alzahira, el palacio construido por Almanzor, cuyos restos arqueológicos no ha sido localizados en la actualidad,[10]​ como sede de poder, fue saqueado y destruido.[9]

Los siguientes años fueron caóticos y resultaron en grandes confrontaciones violentas y cambios de régimen entre distintas facciones, hecho conocido como la Fitna de al-Ándalus. Transcurridos unos ochenta años de la fundación de la ciudad, todo este conjunto monumental y fastuoso quedó reducido a un inmenso campo de ruinas, pues fue destruido y saqueado por los bereberes entre 1010 y 1013 como consecuencia de la guerra civil (o fitna) que puso fin al Califato de Córdoba. Después de la caída del Califato que trajo su destrucción, el saqueo y desmantelamiento de la ciudad palatina prosiguieron en siglos sucesivos, pues fue utilizada como cantera artificial para la construcción de otras edificaciones posteriores en la ciudad de Córdoba, cayendo progresivamente en el olvido hasta que desapareció, en una fecha imprecisa, del ideario colectivo.[11]​ Los restos arqueológicos no volvieron a ser identificados hasta el siglo XIX y las excavaciones comenzaron en 1911.[9]

a b c Kennedy, Hugh (11 de junio de 2014). Muslim Spain and Portugal: A Political History of al-Andalus (en inglés). Routledge. ISBN 978-1-317-87040-1. Consultado el 16 de julio de 2021.  a b c d e f g h i Catlos, Brian A. (2018). Kingdoms of Faith: A New History of Islamic Spain (en inglés). Oxford University Press. ISBN 978-1-78738-003-5. Consultado el 16 de julio de 2021.  www.metmuseum.org https://www.metmuseum.org/art/metpublications/Al_Andalus_The_Art_of_Islamic_Spain |url= sin título (ayuda). Consultado el 17 de julio de 2021.  Molina, Margot (25 de diciembre de 2019). «Un cortijo de Málaga esconde una mezquita de Abderramán III». El País. ISSN 1134-6582. Consultado el 25 de diciembre de 2019.  a b c Error en la cita: Etiqueta <ref> no válida; no se ha definido el contenido de las referencias llamadas :2 a b c d e Anderson, Glaire D.; Rosser-Owen, Mariam (2007). Revisiting Al-Andalus: Perspectives on the Material Culture of Islamic Iberia and Beyond (en inglés). BRILL. ISBN 978-90-04-16227-3. Consultado el 17 de julio de 2021.  a b c d e f g h i j Arnold, Felix (2017). Islamic Palace Architecture in the Western Mediterranean: A History (en inglés). Oxford University Press. ISBN 978-0-19-062455-2. Consultado el 17 de julio de 2021.  a b c d Error en la cita: Etiqueta <ref> no válida; no se ha definido el contenido de las referencias llamadas :1 a b c d Pérez, Eva Díaz (2018). «El espejismo de la ciudad arrasada: La destrucción de Medina Azahara». Andalucía en la historia (59): 82-85. ISSN 1695-1956. Consultado el 17 de julio de 2021.  Pita, Antonio (1 de abril de 2018). «La ciudad árabe resplandeciente se oculta al lado del Guadalquivir». El País. ISSN 1134-6582. Consultado el 25 de diciembre de 2019.  «¿Quién destruyo medina azahara?». ABC. 15 de julio de 2009. Consultado el 18 de julio de 2018. 
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