Itálica

Itálica es una antigua ciudad romana situada en el actual término municipal de Santiponce (Sevilla), en la comunidad autónoma de Andalucía, España.

La ciudad romana fue fundada en el año 206 a. C. en un hábitat indígena de la Turdetania que se remonta al menos al siglo IV a. C. Dentro de su término hay yacimientos e indicios de su ocupación muy anterior, entre ellos argáricos y griegos.[1]​ Durante la etapa republicana fue una ciudad importante, y mucho más en la época imperial, aun cuando nunca fue capital de provincia ni de convento jurídico. A pesar de la creencia general de que fue abandonada hacia el siglo IV, lo cierto es que solo se abandonó la ampliación adrianea, replegándose la ciudad hacia algo más de su extensión primitiva, bajo el actual casco de Santiponce, donde continuó una vida de cierto prestigio en el Bajo Imperio y la época visigoda. Son numeros...Leer más

Itálica es una antigua ciudad romana situada en el actual término municipal de Santiponce (Sevilla), en la comunidad autónoma de Andalucía, España.

La ciudad romana fue fundada en el año 206 a. C. en un hábitat indígena de la Turdetania que se remonta al menos al siglo IV a. C. Dentro de su término hay yacimientos e indicios de su ocupación muy anterior, entre ellos argáricos y griegos.[1]​ Durante la etapa republicana fue una ciudad importante, y mucho más en la época imperial, aun cuando nunca fue capital de provincia ni de convento jurídico. A pesar de la creencia general de que fue abandonada hacia el siglo IV, lo cierto es que solo se abandonó la ampliación adrianea, replegándose la ciudad hacia algo más de su extensión primitiva, bajo el actual casco de Santiponce, donde continuó una vida de cierto prestigio en el Bajo Imperio y la época visigoda. Son numerosos los restos de esta época, y consta que sus murallas fueron restauradas por Leovigildo en el año 583,[2]​ en el marco de sus luchas contra Hermenegildo. Otra buena muestra de esta pervivencia y prestigio, al menos hasta el final del siglo VII, es la presencia de obispos italicenses en varios concilios cristianos, siendo el último en el que se documenta uno de ellos, un tal Cuniuldo, el XVI de Toledo, en el año 693.[3]​ Itálica llegó aún viva a la época musulmana, cuando varios autores árabes la mencionan con el nombre de Talikah/Taliqa y existen algunos personajes conocidos con la nisba al-Talikí (también, aunque menos, han aparecido restos arqueológicos). Es en el siglo XII cuando debió de ser realmente abandonada, pasando a ser un despoblado, llamado por los cristianos Campos de Tal(i)ca y también Sevilla la Vieja.

La historiografía moderna, desde Ocampo y Morales en el siglo XVI, siempre fue consciente de la importancia de la ciudad, así como del nacimiento en ella de dos emperadores: Trajano y Adriano, cantados por Rodrigo Caro en su famosa Canción, a los que aún habría que sumar al hijo mayor de este, Arcadio.[4]​ Las ruinas fueron objeto de visita, admiración y desolación, de numerosos viajeros extranjeros, que dejaron por escrito, y a veces dibujadas, sus impresiones. Todo su prestigio, historia y fama no bastaron, sin embargo, para salvarla de ser objeto de continuado expolio, y una permanente cantera de materiales desde la época árabe, incluso en la época ilustrada. En 1740 el Ayuntamiento de Sevilla ordenó derruir los muros del anfiteatro para construir un dique en el Guadalquivir, y en 1796 aún se volaron zonas de la primitiva vetus urbs para construir el nuevo Camino Real de Extremadura. La primera norma legal de protección del yacimiento se produjo el 9 de febrero de 1810, bajo la ocupación napoleónica, ordenando devolverle su viejo nombre de Itálica, y destinando un presupuesto anual para excavaciones regulares, que, sin embargo, no se llegaron a materializar hasta 1839-1840, y debidas al empeño de un simple y desconocido funcionario.[5]​ En 1873 los expolios seguían siendo vandálicos.[6]​ Por Real Orden de 13 de diciembre de 1912 Itálica fue declarada Monumento Nacional, pero, tras otras normas menores, no ha sido hasta el Decreto 7/2001, de 9 de enero, de la Junta de Andalucía, cuando se han delimitado claramente la zona arqueológica de Itálica y los ámbitos de su protección efectiva.[7]​ Sus ruinas son hoy un principal atractivo turístico a 7 km al norte de Sevilla y se está retomando su protección con técnicas científicas de última generación.[8]

 Venus encontrada en Itálica

Itálica fue la primera ciudad romana fundada en Hispania y también fuera de territorio italiano. Al finalizar la segunda guerra púnica en Hispania, Publio Cornelio Escipión el Africano asentó a los soldados heridos en una ciudad turdetana preexistente -cuyo nombre original se desconoce-, en la zona alta del Aljarafe, en la ribera oeste del río Baetis, ubicada a medio camino entre las también ciudades turdetanas de Hispalis (Sevilla) e Ilipa (Alcalá del Río, SE), y seguramente portuaria. El texto de Apiano de Alejandría en el que esto se relata,[1]​ permite deducir que la procedencia de dichos soldados era fundamentalmente de la península itálica, esto es, de unidades auxiliares itálicas, y de ahí el nombre elegido por Escipión:

“Fue en esta época, poco antes de la Olimpíada 144, cuando los romanos comenzaron a enviar cada año a las naciones conquistadas de Hispania dos pretores, en calidad de gobernadores o supervisores del mantenimiento de la paz. Escipión dejó allí un pequeño ejército, el más propio de un tiempo de paz, y avecindó a los soldados heridos en una ciudad que, del nombre de Italia, llamó “Itálica”: esta fue la patria de Trajano y de Adriano, que más tarde llegaron a ser emperadores de los romanos. Escipión por su parte regresó a Roma con una gran flota, magníficamente engalanada, y llena de cautivos, plata, armas y toda clase de botines.”[2]

Posiblemente el estatuto jurídico de la ciudad, al poco de su fundación, fue el de colonia Latina, y la planta de la ciudad original ya de tipo campamental (hipodámico), como era la costumbre en las colonias militares de la época en la propia Italia.[3]​ Debió de ser al final de la última estancia en Hispania de Julio César, en el año 45 a. C., cuando Itálica obtuvo de él el estatus jurídico de municipium civium Romanorum, posiblemente como recompensa por el apoyo de la ciudad frente a Pompeyo en la reciente guerra civil,[4]​ aunque no acuñará moneda como tal hasta época de Augusto,[5]​ cuando se creó una ceca donde eran acuñadas monedas de bronce de distintos valores, con la efigie de Augusto y posteriormente de Tiberio en el anverso, mientras los reversos de estas amonedaciones son excepcionales en el panorama de las hispanas debido a la gran romanidad de sus temas.

La ciudad alcanzó su periodo de mayor esplendor a finales del siglo I y durante el siglo II, desde los reinados de Trajano y Adriano, los dos nacidos en Itálica, lo que reforzaría mucho el indudable prestigio que ya tenía en Roma la vetusta colonia hispana. Ambos emperadores, que sin duda debieron en buena parte su ascenso al trono al importante grupo de presión hispano existente en el senado romano desde al menos la época de Claudio y Nerón,[6]​ fueron particularmente generosos con su ciudad natal, ampliándola y revitalizando su economía. Adriano fue quien le otorgó el rango de colonia después de que los habitantes se lo solicitaran, el emperador además la embelleció con excelentes edificios públicos.[7]

Aunque quizá comenzada ya bajo Trajano, está probada literaria[8]​ y epigráficamente la participación de Adriano en la gran ampliación urbana hacia el norte -también hipodámica, como su predecesora- que fue bautizada en 1960 por García y Bellido como Nova urbs o ciudad nueva, que solo tuvo una realmente espléndida existencia durante el siglo II, a fines del cual, y sin haber sido nunca completada, comenzó su declive, por causas ciertamente político-económicas.[9]​ Esta es la parte de la ciudad que constituye actualmente el Conjunto Arqueológico de Itálica, sin paralelos a causa de sus enormes mansiones pavimentadas de mosaicos, o de su gran, aunque muy destrozado, anfiteatro, cuarto del Imperio por su capacidad. La ciudad vieja o Vetus urbs se encuentra bajo el casco urbano del actual pueblo de Santiponce (fundado en 1601, tras sucesivas crecidas del río, más cerca del cual se ubicaba primitivamente), ya que esta parte de la ciudad es la que más continuidad tuvo, llegando hasta los tiempos de la ocupación musulmana cuando tuvo lugar, en el siglo X, su despoblamiento y abandono definitivos. Son muy pocos los restos romanos conocidos de ella, los principales de los cuales son el teatro y las llamadas termas menores o de Trajano.

Es durante el gobierno de Adriano cuando la propia ciudad solicita del emperador, y en contra su consejo, como lo relata Aulo Gelio[10]​), cambiar su ventajoso estatuto municipal romano por el de colonia romana, más pesado pero más prestigioso, pues eran simulacra Romae o espejos de Roma y como una parte ideal o extensión de la propia Urbs. A raíz de dicha concesión pasó a llamarse Colonia Aelia Augusta Itálica, en honor de Adriano, títulos que suelen aparecer abreviados como C.A.A.I.

Apiano, Iber., 38 [1], trad. Alicia M. Canto Alicia M. Canto, “Die vetus urbs von Italica: Probleme ihrer Gründung und ihrer Anlage”, Madrider Mitteilungen 26, 1985, 149-178, traducido en la parte II de la misma autora, “La Vetus Urbs de Itálica, quince años después: La planta hipodámica de D. Demetrio de los Ríos, y otras novedades”, Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid 25.2, 1999, págs. 145-192 Alicia M. Canto, en: “Algo más sobre Marcelo, Corduba y las colonias romanas del año 45 a.C.”, Gerión 15, 1997, pags. 253-282 [2] (1) R. Syme, Colonial Élites, Londres, 1958, págs. 1-23; R. Étienne, "Les sénateurs espagnols sous Trajan et Hadrien", Les empereurs romains d'Espagne, París, 1965, 55-85; C. Castillo García, Prosopographia Baetica I-II, Pamplona, 1965; Alicia M. Canto, "CIL VI 10229: ¿El testamento de Licinio Sura?", Chiron XXI, 1991, 277-324 y "Saeculum Aelium, saeculum Hispanum: Poder y promoción de los hispanos en Roma", en Hispania. El legado de Roma. En el año de Trajano (catálogo de la exposición), Zaragoza 1998-Mérida 1999, págs. 209-224 y 233-251. Millar, Fergus (1992). El Imperio Romano y sus pueblos limítrofes. Siglo Veintiuno Editores. p. 324. ISBN 968-23-0886-0.  Dión Casio LXIX, 10, 1: [3] Archivado el 29 de marzo de 2020 en Wayback Machine. La primera vez que se formula esta idea, en vez del clásico "bujeo" o cuarteamiento anual de las arcillas expansivas, es por A. M. Canto, "Excavaciones en el Pradillo (Itálica): Un barrio tardío", Itálica (Santiponce, Sevilla) (actas de las I Jornadas sobre Itálica, Sevilla, 1980), Excavaciones Arqueológicas en España nº 121, Madrid, Ministerio de Cultura, 1982, págs. 227-241, espec. p. 236 y nota 14: "Con el fin de la dinastía "hispana" en Cómodo, y las purgas senatoriales de S. Severo, las grandes familias de Itálica, que habían contribuido con interés (y seguramente por interés) al proyecto de Trajano y Adriano, o no existían ya políticamente, o habían perdido su poder y su dinero. Las lujosas casas, muchas de las cuales no llegarían siquiera a ser vividas más que esporádicamente por los domini (costumbre suficientemente conocida de los residentes en Roma), van deteriorándose progresivamente..." En efecto, más tarde se probó, geológicamente, que en época romana el tan citado fenómeno del "bujeo" anual no existía, debido a la más permanente humedad de las arcillas por la mayor proximidad del Guadalquivir. Aulo Gelio, Noct. Attic. XVI, 13, 4: [4]
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