Contexto sobre Canarias

Canarias es un archipiélago situado en el océano Atlántico que conforma una comunidad autónoma española en el noroeste de África, con estatus de nacionalidad histórica.[6][7]​ Es, además, una de las regiones ultraperiféricas de la Unión Europea.[8]

Canarias abarca ocho islas, cinco islotes, ocho roques y el mar. Políticamente el archipiélago se compone de siete islas con administración propia y una isla —La Graciosa— que está en trámites de ser gestionada en forma de pedanía.[nota 3]​ Las siete islas con administración propia son, por un lado, El Hierro, La Gomera, La Palma y Tenerife, que constituyen la provin...Leer más

Canarias es un archipiélago situado en el océano Atlántico que conforma una comunidad autónoma española en el noroeste de África, con estatus de nacionalidad histórica.[6][7]​ Es, además, una de las regiones ultraperiféricas de la Unión Europea.[8]

Canarias abarca ocho islas, cinco islotes, ocho roques y el mar. Políticamente el archipiélago se compone de siete islas con administración propia y una isla —La Graciosa— que está en trámites de ser gestionada en forma de pedanía.[nota 3]​ Las siete islas con administración propia son, por un lado, El Hierro, La Gomera, La Palma y Tenerife, que constituyen la provincia de Santa Cruz de Tenerife, y, por otro lado, Fuerteventura, Gran Canaria y Lanzarote, que constituyen la provincia de Las Palmas.[nota 4]​ A estas siete islas se le suman, por un lado, los islotes deshabitados de Montaña Clara, Alegranza, Roque del Este y Roque del Oeste, que, junto con la isla de La Graciosa, forman el archipiélago Chinijo, y, por otro lado, el islote de Lobos, todos estos pertenecientes a la provincia de Las Palmas.[nota 5]​ Además, a las ocho islas y cinco islotes se añaden una serie de roques adyacentes: los de Salmor, Fasnia, Bonanza, Garachico y Anaga situados en la provincia de Santa Cruz de Tenerife y los de Gando y el Farallón de Sardina situados en Gran Canaria. Por último, esta comunidad autónoma se completa con las aguas canarias, que son un especial ámbito marítimo de la comunidad autónoma y están integradas dentro del contorno perimetral que surge de la unión de los puntos extremos más salientes de las islas e islotes,[1]​ siendo la única comunidad autónoma de España que incluye al mar como parte de su superficie.[11]

El archipiélago está situado en el noroeste de África, cerca de las costas del sur de Marruecos y del norte del Sáhara Occidental, entre las coordenadas 27º 37' y 29º 25' de latitud norte y 13º 20' y 18º 10' de longitud oeste.[12]​ La isla de Fuerteventura dista unos 95 km de la costa del África continental. La distancia a la masa continental europea es de unos 940 km —del islote de Alegranza a la punta de Sagres (Portugal)—. Por su situación geográfica, el archipiélago es la región más austral y occidental del Reino de España. Históricamente, ha sido considerada un puente entre tres continentes; África, América y Europa.[13]

Las islas, de origen volcánico, se asientan sobre la placa africana y forman parte de la región natural de la Macaronesia, de la que son el archipiélago más extenso y poblado.[14]​ Su clima es subtropical, aunque varía localmente según la altitud y la vertiente norte o sur. Esta variabilidad climática da lugar a una gran diversidad biológica que, junto a la riqueza paisajística y geológica, justifica la existencia en Canarias de cuatro parques nacionales[15]​ y que todas las islas tengan reservas de la biosfera de la Unesco, y otras tengan zonas declaradas Patrimonio de la Humanidad.[16]​ Estos atractivos naturales, el buen clima y las playas hacen de las islas un importante destino turístico, siendo visitadas en el año 2019 por más de 13 millones de personas. De hecho, es la primera potencia turística europea (y por tanto española) con 94 millones de pernoctaciones al año.[17]

Canarias actualmente posee una población de 2 237 309 habitantes[18]​ y una densidad de 283,08 hab./km²,[18]​ siendo la octava autonomía en población. La población del archipiélago está concentrada mayoritariamente en las dos islas capitalinas, alrededor del 43 % en la isla de Tenerife y el 40 % en la isla de Gran Canaria. La superficie total del archipiélago es de, aproximadamente, 36 567 km², y está compuesta por la superficie terrestre, de 7447 km²,[19][20]​ y por la superficie marítima de las aguas canarias, de 29 120 km².[1]​ Canarias utiliza durante el invierno boreal la hora de Greenwich (UTC±0) y durante el verano boreal una más (UTC+1), con una hora de diferencia respecto al resto de España.

Tal y como establece el Estatuto de Autonomía,[1]​ la capitalidad de la comunidad autónoma es compartida entre las ciudades de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria;[1]​ la sede del presidente del Gobierno autonómico alterna entre ambas por períodos legislativos,[21]​ siendo la sede del vicepresidente distinta a la del presidente.[21]​ El Parlamento está en Santa Cruz de Tenerife, mientras que la sede de la Delegación del Gobierno se ubica en Las Palmas de Gran Canaria, existiendo además una Subdelegación del Gobierno en cada una de las dos ciudades. Asimismo, hay un equilibrio entre las dos capitales en cuanto a sedes de consejerías e instituciones públicas aunque el resto de la administración autonómica se encuentra en su práctica totalidad duplicada entre ambas ciudades. Por su parte, en la ciudad de San Cristóbal de La Laguna[22]​ se encuentra la sede del Consejo Consultivo de Canarias, que es el supremo órgano consultivo.

Mas sobre Canarias

Información básica
  • dominio de Internet .ic
Population, Area & Driving side
  • Población 2172944
  • Área 7447
Historial
  • Antigüedad

    La mitología grecolatina ubicaba en el entorno de Canarias, situadas «más allá de las Columnas de Hércules», en el Mar Tenebroso, en los límites del mundo conocido («la Ecúmene»), muchos de los relatos fantásticos de su tradición. Podrían ser la ubicación de los mitológicos Campos Elíseos, las islas Afortunadas, el Jardín de las Hespérides o la Atlántida.

    Para muchos investigadores, la primera alusión histórica a las Islas Canarias podría encontrarse en las obras de historiadores griegos como Plutarco.[1]​ Pero la descripción más certera de un autor antiguo sobre Canarias es la que hace Plinio el Viejo en su obra Naturalis Historia, donde relata una expedición realizada hasta el archipiélago por el rey de Mauritania Juba II.

    Los romanos bautizaron a cada una de las islas como; Ninguaria o Nivaria (Tenerife), Canaria (Gran Canaria), Pluvialia o Invale (Lanzarote), Ombrion (La Palma), Planasia (Fuerteventura), Iunonia o Junonia (La Gomera) y Capraria (El Hierro).[2]

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    Antigüedad

    La mitología grecolatina ubicaba en el entorno de Canarias, situadas «más allá de las Columnas de Hércules», en el Mar Tenebroso, en los límites del mundo conocido («la Ecúmene»), muchos de los relatos fantásticos de su tradición. Podrían ser la ubicación de los mitológicos Campos Elíseos, las islas Afortunadas, el Jardín de las Hespérides o la Atlántida.

    Para muchos investigadores, la primera alusión histórica a las Islas Canarias podría encontrarse en las obras de historiadores griegos como Plutarco.[1]​ Pero la descripción más certera de un autor antiguo sobre Canarias es la que hace Plinio el Viejo en su obra Naturalis Historia, donde relata una expedición realizada hasta el archipiélago por el rey de Mauritania Juba II.

    Los romanos bautizaron a cada una de las islas como; Ninguaria o Nivaria (Tenerife), Canaria (Gran Canaria), Pluvialia o Invale (Lanzarote), Ombrion (La Palma), Planasia (Fuerteventura), Iunonia o Junonia (La Gomera) y Capraria (El Hierro).[2]

    Periodo prehispánico
     
    Ídolo de Tara, en El Museo Canario, Las Palmas de Gran Canaria

    Las islas Canarias estaban habitadas antes de la conquista europea por los llamados guanches. El término guanche es propiamente el gentilicio de los aborígenes de Tenerife, aunque su uso se ha extendido para denominar a los antiguos habitantes de todo el archipiélago, entroncados étnica y culturalmente con los bereberes del norte de África. Antes de la incorporación a la Corona de Castilla, no existía una unidad política, sino que en cada isla existían varias tribus o reinos independientes los unos de los otros, sin que los habitantes de una isla tuvieran contacto con los de las demás, al no poder navegar entre ellas.[3]​ No se conoce exactamente el modo en que se produjo la colonización de las islas, aunque las teorías más aceptadas en la actualidad son aquellas que defienden que dichas poblaciones fueron traídas desde el norte de África bien por los fenicios o por los romanos. Hasta ahora las cronologías más rigurosas indicaban que los primeros isleños llegaron a Canarias entre los siglos III y I a. C.., aunque se han sugerido fechas de poblamiento anteriores incluso al siglo V a. C.

     
    Bencomo fue un mencey guanche de Tenerife que dirigió la resistencia aborigen en esta isla frente a la conquista castellana. Esta estatua se encuentra en la plaza de la Patrona de Canarias en Candelaria (Tenerife)

    Recientes descubrimientos acreditan que el archipiélago canario fue poblado en dos fases: en una primera fase la cultura bereber arcaica llegó a las islas en torno al siglo VI a. C.; en una segunda fase, en torno al cambio de Era y el siglo I d. C., habrían llegado a Lanzarote, Fuerteventura, Gran Canaria, El Hierro y Tenerife, poblaciones bereberes romanizadas.

    La economía de los antiguos isleños se basaba fundamentalmente en la ganadería de especies introducidas desde el continente africano: la cabra, la oveja, el cerdo y el perro. Este último cumplía funciones de guarda, pero también era consumida su carne. Con respecto a la agricultura, había enormes diferencias entre islas, siendo Gran Canaria la más desarrollada al respecto. Se trataba de una agricultura fundamentalmente cerealista, basada en variedades de trigo y cebada utilizadas como ingredientes para el tradicional gofio que aún se consume en Canarias. La actividad económica se completaba con la recolección de frutos, el marisqueo y la caza ocasional.

    Culturalmente, los aborígenes canarios son al parecer una rama «insularizada» del conglomerado de pueblos bereberes norteafricanos. Se suele hablar del horizonte neolítico de los guanches, aunque este estuvo determinado en gran medida por la ausencia de metales en suelo insular. La existencia de inscripciones alfabéticas (escritura líbico-bereber o tifinagh) nos hablan en cambio de unos pueblos con un horizonte cultural protohistórico. La arqueología ha fijado su mirada en manifestaciones como la cerámica (fabricada sin torno, con técnicas que se han mantenido hasta la actualidad), los grabados rupestres (espirales, formas geométricas, signos alfabéticos, podomorfos, etc.) y, en el caso de Gran Canaria, la pintura rupestre, de la que es principal exponente la Cueva pintada de Gáldar. Las viviendas eran fundamentalmente cuevas naturales pero también hechas artificialmente en las islas centrales; existían poblados de casas de cierta envergadura en Gran Canaria o Lanzarote.

    La religión aborigen canaria era politeísta aunque el culto astral estaba generalizado. Junto a él había una religiosidad animista que sacralizaba ciertos lugares, fundamentalmente roques y montañas (El Teide en Tenerife, Idafe en La Palma o Tindaya en Fuerteventura). Había gran cantidad de dioses en las diferentes islas. Entre los principales dioses por ejemplo de la isla de Tenerife, se podrían destacar: Achamán (dios del cielo y supremo creador), Chaxiraxi (diosa madre identificada más tarde con la Virgen de Candelaria), Magec (dios del sol) y Guayota (el demonio) entre otros muchos dioses y espíritus ancestrales. Especialmente singular era el culto a los muertos, practicándose la momificación de cadáveres, en este aspecto fue en la isla de Tenerife donde se alcanzó mayor perfección.[4]​ Cabe destacar también la fabricación de ídolos de barro o piedra.

    Redescubrimiento y conquista
     
    Juan de Béthencourt

    En el siglo XIV se produce el «redescubrimiento» de las islas por los europeos, sucediéndose numerosas visitas de mallorquines, portugueses y genoveses. Este proceso se encuadra en la llamada expansión europea por el Atlántico, que tendría su punto álgido en la llegada de Colón a América. Los avances en materia de navegación facilitaron la hazaña, que tuvo como principal motivación, en este primer momento, el acceso más directo posible al oro del África central. En este contexto, el navegante genovés Lancelloto Malocello desembarcó en Lanzarote en 1312 y el vizcaíno Martín Ruiz de Avendaño en 1377.[5]​ Los mallorquines establecieron una misión en las islas (Obispado de Telde), que permaneció vigente desde 1350 hasta 1400. Asimismo las mismas estaban bajo la atenta mirada de los reyes de Castilla, siendo el papa Clemente VI quien a favor de aquellos nombrara al infante Luis de la Cerda monarca del «Reino de las Islas Canarias» o Principado de la Fortuna en 1355.

    En 1402 se inicia propiamente la conquista con la expedición a Lanzarote de los normandos Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle, motivados por las posibilidades de explotación de la orchilla. En esta primera fase, la conquista de Canarias se llevó a cabo por iniciativa de particulares, y no por la Corona, de ahí que se denomine conquista de señorío, aunque Bethencourt se hubiese hecho vasallo del rey de Castilla. La conquista de señorío incluyó las islas de Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro: eran estas las menos pobladas del archipiélago, y su rendición resultó relativamente sencilla. La Gomera, sin embargo, mantuvo una organización mixta, en la que conquistadores e indígenas pactaron su coexistencia hasta la llamada «Rebelión de Los Gomeros» de 1488, que supuso la efectiva conquista de dicha isla.

     
    Alonso Fernández de Lugo presentando a los Reyes Católicos los menceyes cautivos de Tenerife

    La siguiente fase de la conquista, o conquista de realengo, se llevó a cabo a instancias de la Corona de Castilla, después de que los señores de las islas hubiesen cedido sus derechos sobre Gran Canaria, La Palma y Tenerife –islas que aún quedaban por conquistar– a los Reyes Católicos en 1477. Se inicia entonces la parte más dura del proceso, dado que se trataba de los territorios más poblados, mejor organizados y con más difícil orografía. La conquista de Gran Canaria se inicia en 1478 con la fundación del Real de Las Palmas junto al barranco de Guiniguada, y termina con la rendición de Ansite en 1483.

    Alonso Fernández de Lugo, que había participado en la conquista de Gran Canaria, obtuvo el derecho de conquista de La Palma y Tenerife. La invasión de La Palma se inicia en 1492 y finaliza en 1493 con el engaño y captura del jefe indígena Tanausú. Tenerife es la última de las islas en conquistar. A la primera batalla de Acentejo, de la que los guanches saldrían como vencedores, le sigue una «guerra de guerrillas» y las trascendentales victorias castellanas de la batalla de Aguere y la segunda batalla de Acentejo. La conquista finaliza oficialmente con la Paz de Los Realejos de 1496, aunque algunos indígenas mantienen focos de resistencia en las cumbres (los llamados «guanches alzados»). Finalmente, el 7 de diciembre de 1526, el emperador Carlos y la reina Juana expiden una Real Cédula por la que se crea en las islas un Tribunal de apelación con residencia en Gran Canaria –antes se entendía competente la Cancillería de Granada– que con el tiempo acabaría por convertirse en superior jerárquico común de todos los Cabildos y a ejercer una auténtica función de gobierno del Archipiélago, patente desde 1556 hasta que en 1589 sea nombrado el primer capitán general de las islas, que es consolidado en 1625 cuando el conde-duque de Olivares envía a Canarias al marqués de Valparaíso, nombrándose este comandante general.

    Edad Moderna
     
    Amaro Pargo (1678-1741), corsario y comerciante canario que participó en la Carrera de Indias (la ruta del comercio hispano-americano)

    El proceso de mestizaje humano y cultural que caracterizó a las islas tras la conquista dio como resultado a la sociedad canaria moderna. A Canarias llegaron inmigrantes de Europa, y de Canarias salieron también emigrantes para América, incluso con carácter forzoso en ciertas épocas. A los descendientes de los indígenas se sumaron una gran cantidad de portugueses, nuevos colonos procedentes de Castilla a los que se había repartido tierras, normandos, berberiscos norteafricanos, esclavos negros que fueron traídos para el trabajo en las plantaciones azucareras, judíos, comerciantes genoveses, flamencos, ingleses, etc. Una amalgama cultural y humana que se fusionó de acuerdo a las nuevas leyes e instituciones de origen castellano (Fueros, Concejos o Cabildos, Real Audiencia, Gobernadores), y a las prácticas religiosas del catolicismo. En este sentido, el Obispado de Canarias se ubicó en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, como único centro de la jerarquía eclesiástica canaria hasta la creación de la Diócesis de Tenerife en 1819.

     
    Escudo de Canarias en el siglo XVII

    El modelo económico de las islas se basó, además de en el autoconsumo agrícola y ganadero, en productos de exportación como la orchilla, el vino y el azúcar de caña. El azúcar será el primer cultivo de exportación de la historia de Canarias, y la carta de presentación de las islas ante la nueva economía mundial que se estaba gestando. Desde Canarias, el azúcar y el ron se trasplantarán hacia América. Será precisamente la competencia de los azúcares de Indias una de las causas que explicarían la posterior decadencia de este cultivo en las islas.

    En el viaje que hizo Cristóbal Colón cuando descubrió América pasó el archipiélago: en Gran Canaria abordó el buque La Pinta para componer el timón y cambiar de velamen.[6]​ Desde Gran Canaria se trasladó a la isla de La Gomera y desde esta isla, en el puerto de San Sebastián de La Gomera, continuó su expedición en 1492 a las Américas, en su primer viaje. Entonces Canarias se convirtió en escala de las rutas hacia el Nuevo Mundo. De hecho, las islas fueron una excepción al monopolio que ejercía la Corona española desde Casa de Contratación de Sevilla con respecto al comercio americano. Desde Canarias partían hacia América productos de contrabando europeos, así como producciones isleñas, principalmente vino. Esto convierte a las islas y a sus puertos en nudos comerciales entre las dos orillas del Atlántico. Como contrapartida, Canarias se convertiría también en zona de rapiña para piratas y corsarios. A la crisis del azúcar le sigue la etapa de desarrollo de la vid, asociado a la producción de vino. Los caldos de malvasía canarios fueron especialmente aceptados en Inglaterra, y en el comercio con este país se basó principalmente la economía canaria hasta el siglo XVIII. En cambio, las relaciones comerciales con el resto de España fueron escasas durante este periodo, debido a la falta de complementariedad entre las economías isleña y peninsular.

     
    Batalla de Santa Cruz de Tenerife (1797)

    El siglo XVIII comienza para Canarias con una larga serie de ataques de corsarios a las islas, pero sin lugar a dudas es el ataque inglés del famoso contralmirante Nelson el que escribió una de las páginas más decisivas en la historia de Canarias. La armada británica con 4000 efectivos no pudo conquistar una Santa Cruz de Tenerife con apenas 500 soldados regulares españoles, un destacamento francés y milicias locales. El 25 de julio de 1797 Nelson fue derrotado por las fuerzas defensoras, y cada año en la ciudad se realizan actos de recuerdo de ese día en que pudo cambiar el destino del archipiélago.

    Edad Contemporánea Del siglo XVIII a principios del siglo XX
     
    Leopoldo O'Donnell, presidente del Consejo de Ministros de España, líder de la Unión Liberal y general al mando de la Revolución española de 1854

    Las crisis de las exportaciones agrícolas que sufrió Canarias en el siglo XVIII provocaron profundas recesiones, lo que se agravaría con la posterior independencia de las colonias americanas y el giro de la economía española hacia el proteccionismo. Este resultará nefasto para Canarias, que nunca había mantenido estrechas relaciones comerciales con los territorios ibéricos. Periódicamente, algunas sequías producían, sobre todo en las islas menores y de menor relieve, períodos de graves hambruna y mortandad; durante algunos de tales períodos, las autoridades de las islas mayores llegaron a prohibir la emigración de la gente a las islas mayores, para protegerse de la invasión de hambrientos.

     
    La Laguna en el siglo XIX

    En este contexto de miseria comenzó un auténtico éxodo migratorio hacia Cuba, Puerto Rico y las jóvenes repúblicas americanas. En mitad de esta profunda crisis, que durará hasta mediados del siglo XIX, se sientan las bases teóricas del llamado librecambismo isleño, apostando las islas por un sistema económico diferente al del resto del Estado. Las presiones políticas de las oligarquías insulares dan como resultado final el Decreto de Puertos Francos de 1852, que establece un régimen de libertad comercial para Canarias. El primer cultivo que se beneficia de ello será el de la cochinilla, insecto de la tunera o chumbera del que se extrae un tinte natural. Con ella se reinauguran las relaciones comerciales con una Inglaterra que precisaba de colorantes para su industria pero a partir de 1870 los colorantes artificiales desbancan a la cochinilla ocasionando una aguda crisis en las islas. A finales del siglo XIX los británicos introducen en Canarias el tomate y el plátano, cuya exportación estaría en manos de compañías comerciales como Fyffes. El colonialismo europeo en África y el creciente trasiego comercial convierten una vez más a los puertos de las islas en estratégicos puntos de escala para las rutas atlánticas.

     
    Castillo de Santa Catalina en 1906, en una ilustración de Martínez Abades

    Otro fenómeno crucial para entender la historia contemporánea de Canarias será la rivalidad entre las élites de las ciudades de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria por la capitalidad de las islas. Con la creación de la provincia de Canarias en 1833, dicha capitalidad única se situó en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife.[7][8]​ Si bien, tras décadas de desencuentros, en 1927, durante la dictadura de Primo de Rivera, se procede a la creación de la provincia de Las Palmas, agrupando la mitad oriental de la que hasta entonces era la única provincia existente en Canarias, la provincia de Canarias. La mitad occidental se pasó a llamar oficialmente provincia de Santa Cruz de Tenerife. El pleito insular debilitó las posibilidades del nacionalismo canario, que tuvo escasa presencia en las islas hasta los últimos años de la dictadura franquista, teniendo mayor relevancia hasta ese momento entre las colonias de canarios emigrados a América. Fue precisamente en este continente donde desarrolló buena parte de su labor política Secundino Delgado, considerado como padre del nacionalismo canario. También sería al otro lado del Atlántico, concretamente en La Habana, donde se funda el Partido Nacionalista Canario en 1924 por José Cabrera Díaz.

     
    Benito Pérez Galdós, novelista y político. Diputado en Cortes por Las Palmas y escritor de Episodios nacionales
     
    El puerto de La Luz y Las Palmas en 1912
    Guerra Civil y dictadura franquista

    El 17 de julio de 1936, el general Franco, entonces comandante general de Canarias y con residencia en Tenerife, viaja desde Gran Canaria al Protectorado español de Marruecos para ponerse al mando del Ejército que se subleva contra el Gobierno de la II República (que un año más tarde presidiría el médico grancanario Juan Negrín) estallando con ello la guerra civil española.

    Acabada la Guerra Civil, se iniciará la dictadura hasta la muerte del general Franco en 1975. La posguerra y buena parte de la dictadura militar estarán marcados en Canarias por una nueva interrupción de su secular relación con otras economías ajenas al ámbito español: Serán tiempos de miseria y emigración, fundamentalmente a Venezuela. Desde los años 1960, en el llamado milagro económico español (1959-1973), irrumpe en las islas el turismo de masas como nueva alternativa económica, que perdura hasta la actualidad.

    En 1972 se dicta la Ley de Régimen Económico y Fiscal de Canarias que plantea un marco de desarrollo propio para las Islas, en el que no solo se actualiza el tradicional sistema de franquicias canario, sino que se incorpora un amplio repertorio de medidas económicas y se articula una Hacienda propia insular.

    La situación dictatorial previa a la creación del actual estado democrático y autonómico español, así como el subdesarrollo económico de las islas hasta la llegada del turismo, el mantenimiento de ciertas estructuras caciquiles injustas y la habitual ocupación de cargos políticos y empleos por foráneos (debida a la falta de un sistema educativo adecuado en las islas, al gran papel del ejército durante la dictadura, y al centralismo autoritario existente durante el franquismo), y la descolonización de los dominios africanos, hizo surgir en los últimos años del franquismo y primeros de la democracia ciertos movimientos de tipo izquierdista/independentista de pretensiones panafricanistas (como el MPAIAC), que pretendían luchar contra la «ocupación colonial» de las islas por la «metrópoli» española. Alguna puntual deriva al terrorismo de alguno de estos grupos tuvo que ser evitada por medio de la represión policial. La tendencia panafricanista chocaba sin embargo con la vocación europeísta de las islas, y tal contradicción, junto con las pretensiones hegemónicas de Marruecos, puestas de manifiesto en la Guerra del Sahara, el desarrollo económico, y la normalización política democrática y autonomista de las islas hicieron perder el impulso a tales movimientos.

    Transición democrática
     
    Arrecife, capital de Lanzarote

    La transición política hacia la democracia en Canarias está marcada por varias cuestiones fundamentales: a) el debate sobre el modelo económico, que comenzará años antes con el debate sobre el Régimen Económico y Fiscal de Canarias (REF) y, más tarde, con el proceso de incorporación a la Comunidad Económica Europea, que obligó a optar por el modo de adhesión plena o menos plena a la Unión Europea y a la política aduanera común(con las consecuencias que ello tendría en el Régimen Económico y Fiscal); b) la incardinación de Canarias en el estado autonómico, la relación y distribución de competencias entre los preexistentes Cabildos Insulares y la nueva «Comunidad Autónoma», y c) el sistema electoral, que sin dejar de ser representativo y democrático, debía además por un lado evitar el predominio de una provincia sobre la otra (y ayudar a la superación del secular «pleito insular»), y por otro, otorgar a las islas menores una cierta sobrerrepresentación para ayudarlas a aumentar su influencia para eliminar los inconvenientes de la llamada «doble insularidad» (es decir, para compensar su lejanía y pequeñez y los inconvenientes derivados de ello), y finalmente, limitar el caciquismo.

    La descolonización española del Sáhara Occidental, que tendrá múltiples efectos sobre la sociedad y política canaria de los años setenta y ochenta. Entre ellos, el impacto económico y demográfico que supuso el regreso-expulsión de los canarios que vivían en el Sáhara ocupado por Marruecos, la nueva situación fronteriza de las islas en mitad del conflicto saharaui-marroquí, o los efectos sobre el banco pesquero. Estimulado por los acontecimientos del Sáhara Español, a partir de 1976 se desarrolla un movimiento nacionalista de inédita pujanza en las islas, que tendrá como máximo exponente al partido Pueblo Canario Unido, luego Unión del Pueblo Canario.

     
    Auditorio de Tenerife, edificio emblemático de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife
    Etapa autonómica

    Tras la aprobación de la Constitución española, se inició el debate para la elaboración del Estatuto de Autonomía de Canarias, finalmente aprobado en agosto de 1982. El no haber presentado un proyecto estatutario antes del golpe de Estado de 1936 hizo que los canarios iniciaran el camino hacia la autonomía casi de cero, por el proceso explicitado en el artículo 143 de la Constitución (o de vía lenta), en lugar del 151 (o de vía más rápida). Sin embargo, el afán de amplios sectores por convertir a Canarias en una de las comunidades autónomas con mayores competencias, al mismo nivel que las llamadas «nacionalidades históricas», provocará en las islas tensos debates entre los grupos políticos que conducirán, mediante la fórmula del consenso, a la LOTRACA (Ley Orgánica de Transferencias a Canarias): esta permitiría hacer una autonomía con nivel de desarrollo similar a las nacionalidades históricas. Una reforma parcial del Estatuto, en 1996 da a Canarias rango de nacionalidad.

    Con la democracia y la entrada en la Unión Europea, la instauración de un régimen autonómico y de libertades para las islas, y el desarrollo económico y educativo, el nacionalismo de izquierdas o independentista ha desaparecido prácticamente como movimiento autónomo, resultando absorbido y habiendo dejando paso a varios partidos de nacionalismo moderado de centro-derecha o que pretenden superar la dicotomía izquierda-derecha y que se incardinan en el sistema de partidos español, pretendiendo desempeñar un papel tanto a nivel canario como en el parlamento español (partido-bisagra).

    Tras intensos debates y bloqueos partidistas, en 2018 se aprueba un nuevo Estatuto de Autonomía para Canarias, que, entre otras, cambia la denominación de La Graciosa de islote a isla, redefiniendo la geografía insular.

    Las Islas Canarias en la Antigüedad Por José María Blázquez Martínez. En la pág. 42, al comienzo del capítulo titulado Viajes a las Islas Canarias A finales del siglo I a. C. de los gaditanos y de Iuba II, se hace referencia al autor griego Plutarco, así como a otros autores griegos como Plinto, Mela o Claudio Ptolomeo en la pág. 50. «PURPURARIAS Y AFORTUNADAS». elcanario.net. Consultado el 28 de noviembre de 2017.  Mederos Martín, Alfredo; Escribano Cobo, Gabriel (2005). «Los aborígenes canarios y la navegación». Mayurqa (30). Consultado el 27 de mayo de 2016.  Raúl E. Melo Dait. Melodait, ed. «ANAGA Y OSSUNA». pp. Hallazgos arqueológicos. Archivado desde el original el 24 de septiembre de 2015. Consultado el 18 de marzo de 10.  José Azuaje-Fidalgo (22 de diciembre de 2020). «The other “Christopher Columbus”.». Medium (en inglés). Consultado el 31 de enero de 2021.  Colón en Gran Canaria (1492, 1493, 1502). Las Islas Canarias en la Fuentes Colombinas. Antonio Tejera Gáspar. ISBN 848103455X Real Decreto de 30 de noviembre de 1833 en wikisource Real Decreto de 30 de noviembre de 1833 Archivado el 22 de julio de 2012 en Wayback Machine. en el sitio web oficial del Gobierno de Canarias
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