Teide

El Teide es un volcán situado en la isla española de Tenerife, en el archipiélago de Canarias. Cuenta con una altitud oficial de 3715 metros sobre el nivel del mar[1][2][3]​ y 7500 metros sobre el lecho oceánico, siendo el pico más alto de España, el de cualquier tierra emergida del océano Atlántico y el tercer mayor volcán de la Tierra desde su base en el lecho oceánico, después del Mauna Kea y el Mauna Loa, ambos en Hawái.[4]​ La altitud del Teide convierte además a la isla de Tenerife en la décima isla más alta del mundo.

La última erupción del Teide se corresponde con las lavas negras que cubren el cono, y ha sido datada entr...Leer más

El Teide es un volcán situado en la isla española de Tenerife, en el archipiélago de Canarias. Cuenta con una altitud oficial de 3715 metros sobre el nivel del mar[1][2][3]​ y 7500 metros sobre el lecho oceánico, siendo el pico más alto de España, el de cualquier tierra emergida del océano Atlántico y el tercer mayor volcán de la Tierra desde su base en el lecho oceánico, después del Mauna Kea y el Mauna Loa, ambos en Hawái.[4]​ La altitud del Teide convierte además a la isla de Tenerife en la décima isla más alta del mundo.

La última erupción del Teide se corresponde con las lavas negras que cubren el cono, y ha sido datada entre los siglos vii y x d. C.[5][6]

El Teide forma parte del parque nacional homónimo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco el 28 de junio de 2007. Es, además, un espacio natural protegido en la categoría de monumento natural que encierra el complejo volcánico Teide-Pico Viejo, un gran estratovolcán de tipo vesubiano que se mantiene dormido desde la última erupción de las Narices del Teide ocurrida en 1798, aunque permanecen activas las fumarolas que emite regularmente desde su cráter.

El Teide es considerado el monumento natural más emblemático del archipiélago canario.[7]​ También es un gran atractivo turístico que cada año atrae a millones de personas.[8][9][10][11]

A lo largo de los siglos el Teide ha sido mencionado y admirado por diversas culturas y en diferentes épocas como elemento centralizador y simbólico de la isla de Tenerife y del resto del archipiélago.[1]

Época guanche  El conocido como Pan de Azúcar, el cono final del Teide.

El Teide era un volcán considerado sagrado desde la antigüedad y que tenía reminiscencias mitológicas, como el monte Olimpo en Grecia. Los numerosos «escondrijos» hallados en la montaña con restos arqueológicos de instrumentos líticos y cerámicos han sido interpretados como depósitos rituales para contrarrestar la influencia de los genios maléficos, práctica recogida también en la Cabilia argelina.

Según las creencias guanches en el interior del Teide vivía Guayota, el espíritu del mal,[2]​ y era el lugar en donde las almas de los malvados se detenían, según recogió el caballero inglés Edmond Scory en el siglo xvi.[3]

Otros autores más recientes afirman que el Teide sería para los antiguos canarios una especie de Axis Mundi.

Una leyenda literaria moderna habla de un enfrentamiento entre Guayota y el dios supremo Achamán. Guayota secuestró al dios Magec y lo llevó consigo al interior del Teide, sumiendo a todo el mundo en la oscuridad. Los guanches pidieron clemencia a Achamán, quien, tras una encarnizada lucha, consiguió derrotar a Guayota, sacar a Magec de las entrañas del Teide y taponar el cráter con Guayota en su interior.[4]​ Dicen que el tapón que puso Achamán es el llamado Pan de Azúcar, el último cono, de color blanquecino, que corona el Teide.[cita requerida] Esta leyenda, aunque se ha popularizado recientemente, no posee ninguna base en las fuentes históricas tradicionales, siendo completamente un invento de su autor.

El Teide se recubrió de un carácter demoníaco en la cosmogonía guanche no solo de la isla de Tenerife, sino del resto del archipiélago. Según el catedrático Antonio Tejera Gaspar, existen determinadas manifestaciones religiosas en La Gomera, El Hierro, La Palma y Gran Canaria que tienen como referencia al Teide.[1]​ Por otro lado, algunos de los grabados rupestres conocidos como podomorfos hallados en la montaña de Tindaya en la isla de Fuerteventura están orientados hacia el Teide.[5]

A pesar de las diversas leyendas y supersticiones, los aborígenes guanches convivieron con el Teide y se convirtió en parte inseparable y fundamental de su cultura. El demonio Guayota comparte rasgos similares con otras deidades malignas habitantes de volcanes, como la diosa Pele de la mitología hawaiana, que vivía en el volcán Kīlauea y que era considerada por los nativos como la responsable de las erupciones.[6]

Antigüedad clásica

Puesto que las islas eran conocidas desde la Antigüedad, el Teide despertó una viva fascinación en el mundo clásico. El escritor e historiador español José de Viera y Clavijo afirmaba que ciertas descripciones de algunos autores clásicos constituían referencias explícitas al Teide. Pone como ejemplo dos relatos del historiador griego Heródoto: «...El Atlante es descollado y como figura cilíndrica. Se afirma que es tan alto que no se puede ver su cumbre por estar cubierto siempre de nubes en el invierno y en el verano, y sus habitantes le llaman la Columna del Cielo...». El otro relato de Heródoto dice así: «...Hay en aquellos mares un monte llamado Atlante, el cual es alto, rotundo y tan eminente, que no se puede divisar bien su cumbre...»[1]​ El legendario héroe griego Ulises, navegando hacia el sur, avista «un monte oscuro por la distancia, tan alto como no había visto nunca otro». Esta es otra de las referencias que muchos investigadores atribuyen al Teide.[7]

 El Teide desde el Llano de Ucanca.

Plinio el Viejo, escritor romano que vivió entre los años 24 y 79 del siglo I d. C. , en su obra Naturalis Historia menciona la nieve que vieron los enviados del rey Juba II a las islas: «...Ninguaria recubierta de nubes que recibió este nombre por sus nieves perpetuas...».[8]

En el siglo I el astrólogo, matemático y geógrafo de Alejandría Claudio Ptolomeo situó en su Geografía el meridiano más occidental del mundo conocido en las Islas Afortunadas, que tradicionalmente se han identificado con Canarias.

Durante el Renacimiento muchos historiadores y aventureros comienzan a identificar y relacionar a las islas atlánticas con los restos de la Atlántida y al Teide con el monte Atlas.[9]​ Fray Bartolomé de las Casas fue el primero en relacionar las islas Canarias con los restos de la isla de Atlantis descrita por Platón en sus diálogos Timeo y Critias.[9]

También el propio José de Viera y Clavijo se inclinaba por esta posibilidad escribiendo: «...Las Canarias fueron en otro tiempo una península del África; que por efectos de diluvio de Noé se formó de esta península la famosa Atlántida de Platón; que, destruida después la Atlántida, sólo quedaron la eminencias de sus montes más elevados que son nuestras islas...».[10]

Pero quién más contribuyó a identificar al Archipiélago Canario con el continente sumergido, y al Teide con el monte Atlas, sería un escritor catalán, Jacinto Verdaguer, en su gran poema épico La Atlántida de 1877.[9]

Edad Media

Durante la Baja Edad Media los primeros europeos comienzan la penetración marítima en el océano Atlántico. Durante este tiempo el Teide fue la primera señal que les ayudó a navegar por el océano. Se sabe que un profundo temor se apoderó de los viajeros italianos llamados Angelino Corbizzi y Niccoloso da Recco en 1341 cuando al dar la vuelta a la isla de Tenerife y al observar que veían por todas partes el Teide dominando el paisaje no se atrevieron a desembarcar por el temor que les producía. El texto de los dos italianos fue redactado por otra de las figuras más grandes de la literatura renacentista universal, Giovanni Boccaccio.[1]

 Tajinastes rojos en primer plano. El Pico Teide al fondo.

El texto en cuestión dice así: «...También encontraron otra isla en la que no quisieron desembarcar porque en ella ocurría cierta maravilla. Dicen que allí existe un monte que, según sus cálculos, tiene treinta millas, o aún más, de altura, que se ve desde muy lejos y en cuya cima se divisa cierta blancura (…). Dieron la vuelta a la isla y por todas parte observaron lo mismo por lo que consideraron que estaban en presencia de un encantamiento y no tuvieron valor de descender a tierra...».[9]

Un navegante veneciano al servicio de la corona portuguesa llamado Alvise Cadamosto, aporta un relato más realista de Tenerife y del Teide en 1445: «...Debo hacer mención especial de Tenerife, que es la más poblada y una de las islas más altas del mundo, pues con un tiempo claro se la divisa de una enorme distancia; y marineros dignos de fe aseguran haberla visto, en su opinión, desde sesenta y setenta millas españolas, pues en medio de ella hay un pico, en forma de diamante, que es altísimo y que arde continuamente...».[9]

El almirante Cristóbal Colón durante su travesía por Canarias la noche del 24 de agosto de 1492, antes de partir hacia América, escribió en su cuaderno de bitácora: «...El Almirante resolvió a 23 de agosto volver con sus dos barcos a Gran Canaria. Zarpó al día siguiente y pasó aquella noche cerca de Tenerife, de cuya cumbre, que es altísima, se veían salir grandísimas llamaradas de lo que maravillándose su gente les dio a entender el fundamento y la causa de tal fuego, aduciendo al respecto el ejemplo del monte Etna en Sicilia, y de otros muchos montes, donde se veía lo mismo...».

Las técnicas del Carbono 14, una cartografía geológica y un análisis de los textos históricos han demostrado que la referencia del almirante corresponde a la erupción del volcán de Boca Cangrejo, siendo ésta la quinta erupción histórica de Tenerife.[11]

Renacimiento

Existen varias referencias explícitas o implícitas al Teide durante el Renacimiento y la época de la conquista de Canarias. Dante Alighieri en el canto XXVI del Infierno de su Divina Comedia, describe el Purgatorio como una montaña escalonada por cornisas que rodean todo el monte, y en la meseta que lo corona se encuentra el paraíso terrenal: «...una montagna, bruna per la distanza, e parve mi alta tanto quanto veduta non avea alcuna...» (vers. 133-135). La mayoría de los investigadores creen que Dante tomó como referencia la imagen del Teide para situar el Purgatorio.[7]

El religioso fray Alonso de Espinosa escribe: «...A la cual [Tenerife] los antiguos llamaron Nivaria por un alto monte que en medio de ella está, llamado Teide, que por su gran altura casi todo el año tiene nieve. Vese este pico de Teide de más de sesenta leguas a la mar, y desde él se divisan todas las demás islas...».[9]​ Este autor es el que nos trasmite la creencia guanche de situar al demonio en el Teide: «...Con todo esto conocían haber infierno, y tenían para sí que estaba el pico de Teide, y así llamaban al infierno Echeyde, y al demonio Guayota...».[9]​ Esa misma referencia se encuentra posteriormente en el texto de Juan de Abreu Galindo de 1632: «...A esta isla de Tenerife llaman algunos la isla del infierno, porque hubo en ella muchos fuegos de piedra de azufre, y por el pico de Teide, que echa mucho fuego de si...».[9]

Girolamo Benzoni en su Historia del Nuevo Mundo señala: «...en Tenerife hay una montaña, llamada Pico de Teide, que está casi todo el año cubierta de nieve, y que constituye la primera señal que los mercaderes ven cuando van a estas islas...».[8]

 El Teide visto desde el nivel del mar. Esta fotografía permite hacerse una idea de como lo observaron los navegantes que pasaban por las islas.

Pero la primera descripción detallada del Teide y de Tenerife la aporta el mercader inglés Thomas Nichols, que arribó a Tenerife como factor en el comercio del azúcar y publicó en 1583 un libro de viajes en el que incluye una Descripción de las Islas Afortunadas: «...Esta isla tiene 17 leguas de largo, y la tierra es alta, de igual forma que la cumbre de los terrenos de cultivos en ciertas partes de Inglaterra; en medio de esta región se halla una montaña redonda llamada Pico de Teide, situada de este modo: La cumbre del Pico hasta lo alto en línea recta 15 leguas y más, que son 45 millas inglesas; de ella salen a menudo fuego y cenizas, y puede tener media milla de circuito. Dicha cumbre tiene la forma o un aspecto de un caldero. En dos millas alrededor de la cumbre sólo se hallan cenizas y piedra pómez; y por debajo de estas dos millas está la zona fría, cubierta de nieve todo el año...».[8]

George Fernner, un viajero inglés que salió el 10 de diciembre de 1566 del puerto de Plymouth rumbo a Guinea y a las islas de Cabo Verde y que visitó Tenerife el día 28 del mismo mes, se refirió a la montaña diciendo: «...Nadie había subido hasta su cima...».[8]​ Por su imponente altitud se empieza a considerar a la montaña durante los primeros años de la navegación atlántica hacia el sur como la montaña más alta del mundo.[8]​ Es en esta época cuando los descubrimientos de nuevas tierras empezaban a ser cartografiados, destacando las cadenas montañosas. En este momento es cuando el Teide comienza a ser representado, aunque los cartógrafos se basaban generalmente en relatos de los marineros y comerciantes a su regreso de sus travesías. Esta razón de mitificación del volcán motivó que el Teide fuese considerado durante esta época como la montaña más alta del mundo, probablemente esta consideración se originó en la iconografía renacentista y barroca en una forma de representación muy singular, como «una montaña picuda en forma de diamante que está siempre ardiendo».[8]

Esta forma de representar al Teide como una roca elevada fue bastante difundida en los siglos xvi y xvii, y figuró como grabado en la ilustración de algunos de los libros de viajes y geografía más populares de la época, como en el de John Ogilby, África (1670) o el de Oliver Dapper, Nueva descripción de las islas de África (1676), a quien se le atribuye la autoría de uno de los varios modelos que circularon por Holanda, Inglaterra e Italia.[8]

El ingeniero cremonés Leonardo Torriani en su manuscrito del siglo xvi Descripción de las Islas Canarias asegura que «...este famosísimo Pico es célebre por su grandísima altura, que describen los marineros de 440 millas en el mar, que son 70 leguas en España; por lo cual se cree que no cede ni al Ararat, ni al Líbano, al Atos y al Olimpo, sino que a todos los rebasa...».[1]

A Torriani le debemos la primera cartografía individualizada de las islas y una gran cantidad de gráficos y dibujos que han convertido su obra en un pilar fundamental de la historiografía canaria. En su narración de su ascenso al Teide se refleja su preocupación por comprender el volcán. Al igual que Thomas Nichols inicia su descripción de Tenerife por el Teide:

«...En aquella altura es excesiva la humedad, que apremia de tal modo la cabeza, que considero (por aquello que yo mismo experimenté), que nadie podría vivir allí veinticuatro horas. El pan fresco y otros alimentos que se suben arriba, en el acto se ponen tan duros como piedras; y he visto algunos campesinos que, para poderlos comer, ponían el pan para ablandarlo, en los agujeros del fuego, que son en número infinito en aquella llanura, y también en la parte de fuera, en dirección del Levante. En esta altura la tierra es pastosa y blanda, y de tal naturaleza que, sin darse uno cuenta, enciende los trajes, si se le acerca demasiado; y en las partes más secas, teniendo un poco la mano allí, sale agua clara y caliente. Encima hay vientos muy fuertes y muy secos, sin ninguna humedad durante el mes de junio; de lo cual inferí que está en la parte más alta de la primera región del aire, donde las exhalaciones secas andan dando vuelta...»[9]

El clérigo y poeta inglés John Donne en su poema The First Anniversary, An Anatomy of the World de 1611 dijo del Teide: «...se encuentra tan alto que quizás la Luna viajera podría chocar...».[8]

Edad Contemporánea  Ilustración del Teide en la obra África y sus habitantes (1899).

En esta época es cuando toma auge el turismo con fines científicos. En enero de 1832 el científico inglés Charles Darwin realizó una expedición para completar los trabajos de hidrografía de Patagonia y Tierra del Fuego y al mismo tiempo, efectuar una serie de medidas cronométricas alrededor del mundo.[12]​ En su paso por las islas Canarias, Darwin no pudo desembarcar en Tenerife, pero pudo contemplar el Teide desde las costas de esta isla. Según refirió: «...El pico de Tenerife visto entre las nubes parecía otro mundo. El único inconveniente era nuestro deseo de visitar esta magnífica isla...».[13]

La escritora victoriana Olivia Stone, que visitó Canarias en 1883, se refirió al volcán como: «...Se necesita poco esfuerzo para elevarse desde la más gloriosa de las creaciones hasta el creador...».[13]

En 1904, Julio Verne, el conocido escritor francés famoso por su obra Veinte mil leguas de viaje submarino, visitó el Teide y lo describió como: «...En dos minutos el circo de las cañadas se había sumergido en la noche. Solo el Pico, todavía resplandeciente, emergía de un invisible abismo...».[13]

En 1954 el Teide y todo el circo de su alrededor es englobado en el parque nacional de Las Cañadas del Teide. Actualmente se utiliza el nombre de parque nacional del Teide y como celebración del 50 aniversario de su transformación en parque nacional se inició una campaña para que la Unesco lo declarara Patrimonio de la Humanidad, siendo nombrado como tal a las nueve y media de la mañana del 28 de junio de 2007 en la 31.ª sesión de la Convención de Patrimonio Mundial de la UNESCO, en Christchurch (Nueva Zelanda). Además el 31 de diciembre de 2007 se lo incluye dentro de los 12 Tesoros de España.

Durante la candidatura del parque nacional del Teide como Patrimonio de la Humanidad un total de 39 países[14]​ optaron a entrar en el listado, algunos con propuestas tan singulares como las del Monte Fuji de Japón, la Casa de la Ópera de Sídney de Australia, el Fuerte rojo en la ciudad de Delhi, o las torres de vigilancia Diaolou en la provincia china de Kaiping. Finalmente, solo tres parajes naturales fueron los elegidos: la Región de Karst del sur en China, los tubos de lava de Jeju, en Corea del Sur y el parque nacional del Teide en España.[15]

a b c d e Error en la cita: Etiqueta <ref> no válida; no se ha definido el contenido de las referencias llamadas patrimonio Espinosa, Fray Alonso de (1952) [1594]. Historia de Nuestra Señora de Candelaria. Santa Cruz de Tenerife: Goya Ediciones. Archivado desde el original el 5 de marzo de 2017. Consultado el 13 de febrero de 2021.  Bonnet Reverón, Buenaventura (1936). «Observaciones del caballero inglés sir Edmond Scory acerca de la isla de Tenerife y del Pico del Teide». El Museo Canario (Las Palmas de Gran Canaria: El Museo Canario) (8): 44-59. ISSN 0211-450X.  Martín, Sabas (2001) [Primera edición 1985]. Ritos y leyendas guanches (5ª edición). Madrid: Miraguano. ISBN 84-85639-545.  «Santuarios de alta montaña en las Islas Canarias: paradigmas». Instituto de Astrofísica de Canarias. Consultado el 14 de febrero de 2021.  Berthelot, Sabin (1819). Ethnografía y anales de la conquista de las Islas Canarias. Santa Cruz de Tenerife: Librería Isleña. p. 158.  a b Gracia, Ignacio (20 de enero de 2011). «El Purgatorio». La Nueva España (Prensa Ibérica). Consultado el 14 de febrero de 2021.  a b c d e f g h González Lemus, Nicolás (2009). Recuerdos del Teide. El Teide, entre la expresión literaria y el viaje. Santa Cruz de Tenerife: Ediciones Idea. ISBN 978-84-8382-734-5.  a b c d e f g h i Villalba, Eustaquio (2003). «El Teide, una montaña con historia». Proyecto Humboldt. Archivado desde el original el 12 de mayo de 2011. Consultado el 14 de febrero de 2021.  Viera y Clavijo, José de (1950) [1772-1773]. Elías Serra Ráfols, ed. Noticias de la historia general de las Islas Canarias (definitiva edición). Santa Cruz de Tenerife: Goya Ediciones. Archivado desde el original el 1 de agosto de 2020. Consultado el 14 de febrero de 2021.  Carracedo Gómez, Juan Carlos; Rodríguez Badiola, Eduardo; Pérez Torrado, Francisco José; Hansen, A.; Rodríguez González, A.; Scaillet, S.; Guillou, Hervé; Paterne, M.; Fra Paleo, Urbano; París, Raphaël (2007). «La erupción que Cristóbal Colón vio en la isla de Tenerife (Islas Canarias)». Geogaceta (Salamanca: Sociedad Geológica de España) (41): 39-42. ISSN 0213-683X. Consultado el 14 de febrero de 2021.  «Darwin en Canarias». Archivado desde el original el 27 de junio de 2017. Consultado el 9 de julio de 2017.  a b c Diez años de reconocimiento internacional y orgullo insular por el volcán «La Unesco decidirá antes del viernes si el Teide es patrimonio de la humanidad».  «Los 3718 metros del Teide, Patrimonio de la Humanidad». 
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