Teotihuacán

Teotihuacan o Teotihuacán[1]​ (del náhuatl: Teōtīhuacān[a]​ o Teotiwakan[b] ‘lugar donde los hombres se convierten en dioses’ [‘lugar de la apoteosis’];[2]​ ‘lugar de los dioses’)[3]​ (pronunciación: /teoːtiːˈwakãː/; ),[4]​ y, según nuevas investigaciones, también pudo haber sido conocida como Teohuacan (del náhuatl: Teōhuahcān[c...Leer más

Teotihuacan o Teotihuacán[1]​ (del náhuatl: Teōtīhuacān[a]​ o Teotiwakan[b] ‘lugar donde los hombres se convierten en dioses’ [‘lugar de la apoteosis’];[2]​ ‘lugar de los dioses’)[3]​ (pronunciación: /teoːtiːˈwakãː/; ),[4]​ y, según nuevas investigaciones, también pudo haber sido conocida como Teohuacan (del náhuatl: Teōhuahcān[c]​ o Teowahkan[d] ‘ciudad/lugar del sol’, ‘lugar de los sumos sacerdotes’),[5]​ es el nombre que se le da al gran complejo arqueológico que fue uno de los mayores de Mesoamérica durante el clásico (c. 200/250-600/650 d. C.), más precisamente entre c. 100 a. C. y 600 d. C./650 d. C.[6]​ El nombre propio fue empleado por los mexicas para identificar a esta urbe construida por una civilización anterior a ellos y que ya se encontraba en ruinas cuando la vieron por primera vez.[3]

Los restos de la ciudad se encuentran aproximadamente a 42 km al noreste de la Ciudad de México, dentro del valle de México (Altiplano Central), más concisamente en el valle homónimo; entre los municipios de Teotihuacán de Arista y San Martín de las Pirámides (Estado de México). La zona de monumentos arqueológicos fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987.[7]

Los orígenes de la ciudad todavía son objeto de investigación entre los especialistas. Alrededor del inicio de la era cristiana, más precisamente en el s. ii a. C., Teotihuacán era una aldea que empezaba a cobrar importancia como centro de culto en la cuenca de México.[4]​ Las primeras construcciones de envergadura proceden de esa época, como muestran las excavaciones en la Pirámide de la Luna. El mayor apogeo de la misma tuvo lugar entre el 200 d. C. y el 600 o 650 d. C. En esa etapa, la ciudad fue uno de los nodos comerciales y políticos más influyentes de Mesoamérica.[4]​ Durante esa época, llegó a tener una superficie de alrededor de 20 km² (8 mi²), con una población aproximada de 100 000 a 200 000 habitantes (según el autor a citarse), lo que la convierte en el sitio de desarrollo urbano más importante de toda la América Precolombina y el 6.º más importante y grande del mundo en su época. Como la mayoría de otras ciudades preindustriales en la historia, su población dependía de inmigraciones extranjeras para mantenerse a flote debido a una sanidad deficiente. Albergó a toda su población en aproximadamente 2 000 estructuras rectangulares, acomodados en diferentes barrios.[8]

A ciencia cierta, se desconoce si Teotihuacán controló de primera mano una extensión territorial —suponiendo que se manejó un modelo de ciudad-estado imperialista—; sin embargo, es bien sabido que su influencia cultural, religiosa e ideológica se dejó sentir por todos los rumbos de Mesoamérica, como muestran los descubrimientos en ciudades como Tikal (Guatemala) y Monte Albán (Oaxaca), entre otros sitios que tuvieron una importante relación con los teotihuacanos.[9]​ El declive de la ciudad ocurrió entre el 600 y el 650 d. C., en un contexto marcado por inestabilidad política, conflictos y revoluciones sociales internas y cambios climatológicos que causaron un colapso casi total en el Norte de Mesoamérica. La mayor parte de la población de la ciudad se dispersó por diversas localidades en la cuenca de México.

Se desconoce cuál era la identidad étnica de los primeros habitantes de Teotihuacán. Entre los candidatos se encuentran los totonacos, los nahuas y los pueblos de idioma otomangue, particularmente los otomíes. Las hipótesis más recientes apuntan a que Teotihuacán fue una urbe cosmopolita en cuyo florecimiento se vieron involucrados grupos de diverso origen étnico, como muestran los descubrimientos en el barrio zapoteco de la ciudad y la presencia de objetos provenientes de otras regiones de Mesoamérica, sobre todo de la región del Golfo y del área maya. Asimismo, la identidad de sus élites gobernantes y nobleza es todavía más confusa. Los investigadores infieren que, al igual que otras sociedades mesoamericanas, se manejó un sistema teocrático encabezado por el sacerdocio, sin embargo, la forma de administración política, burocrática y corporativa es objeto de debate.[4]​ Las hipótesis más influyentes son dos: la existencia de una figura máxima que conllevaba el poder político y religioso de la ciudad, o bien, la existencia de un cogobierno colectivo encabezado por los representantes de cada sector o barrio de la ciudad —y también de su clan cónico—, repartiéndose la administración de la urbe.[10]

Teotihuacán ha sido motivo de interés para las sociedades posteriores al declive de la cultura teotihuacana en Mesoamérica. Sus ruinas han sido exploradas desde la época prehispánica, entre otros, por los toltecas y los mexicas. El descubrimiento de objetos teotihuacanos en los yacimientos arqueológicos de Tula y el Templo Mayor de México-Tenochtitlan así lo confirma. En la mitología nahua posclásica, la ciudad aparece como el escenario de mitos fundamentales como la leyenda de los Soles de los mexicas.

Actualmente, los restos de Teotihuacán constituyen la zona de monumentos arqueológicos con mayor afluencia de turistas, tanto nacionales como extranjeros en México, por encima de otros del país como Chichén Itzá, El Tajín y Monte Albán; debido a su destacable arquitectura monumental de carácter íntimamente religioso. La planeación urbanística de la ciudad se basa en un modelo cuadricular, articulado en un eje norte-sur que compone la avenida principal, conocida como «calzada de los muertos» (en náhuatl: Miccaotli);[11]​ en torno a la que se edificaron las estructuras más importantes de la ciudad, a saber: las pirámides del Sol y de la Luna y la ciudadela —en la que converge con el eje este-oeste—, donde se encuentra la Templo de Quetzalcóatl.[12]​ La gran mayoría de la traza urbana restante se compone de conjuntos habitacionales organizados en sectores vecinales (barrios).[13]​ Las excavaciones arqueológicas en Teotihuacán continúan hasta nuestros días, y han dado como resultado un paulatino incremento en la calidad y cantidad del conocimiento que se tiene sobre esta.

La época de mayor apogeo de Teotihuacán corresponde al periodo Clásico Temprano de Mesoamérica (ss. II/III-VI). Sin embargo, los inicios de la ciudad deben colocarse en el primer milenio antes de nuestra era. Localizada estratégicamente al noreste del valle de México, en las cercanías de la ribera norte del lago de Texcoco, Teotihuacán se convirtió en la principal competencia de Cuicuilco durante el Preclásico Tardío. La erupción del Xitle en el sur del valle apresuró la caída de Cuicuilco y favoreció la concentración de la población y el poder político y económico en Teotihuacán.

Por motivos que aún no han sido del todo dilucidados, Teotihuacán se colapsó hacia mediados del siglo VIII, dando lugar al Período Epiclásico mesoamericano. Los vestigios de la ciudad dieron origen a numerosas explicaciones sobre su presencia entre los pueblos nahuas del Posclásico, y estas explicaciones son conocidas por la labor recopilatoria de recuperación de los misioneros de Indias, en concreto Bernardino de Sahagún.

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