Lanzarote es una isla del archipiélago canario (España), en el océano Atlántico. Forma parte de la provincia de Las Palmas. Su capital es Arrecife.

El nombre de la isla procede del marino genovés Lanceloto Malocello, quien la visitó en el siglo XIV. Con 159 021 habitantes (2023)[2]​ Lanzarote es la tercera isla más poblada de Canarias, tras Tenerife y Gran Canaria, y la segunda de la provincia de Las Palmas. Con una superficie de 845,94 km² es la cuarta isla más extensa del archipiélago. En el centro-suroeste de la isla se encuentra el parque nacional de Timanfaya, que es una de las principales atracciones turísticas de Lanzarote. La isla es en su totalidad desde 1993 Reserva de la Biosfera de la Unesco.[4]

Población aborigen de Lanzarote

Antes de que se iniciara la conquista de la isla, en 1402, Lanzarote se hallaba habitada por los mahos o majos, pueblo de raíz bereber y origen norteafricano que habría llegado a la isla en torno al año 500 a. C. El nombre indígena de la isla es Tyterogakat o Tytheroygatra, que se ha traducido como la quemada empleando un topónimo geográfico bereber tuareg de Argelia central.

Los majos: quiénes eran y de dónde procedían

Aunque se ha popularizado el etnónimo guanche como gentilicio de todos los aborígenes de Canarias, que habitaban las islas con anterioridad a su conquista, lo cierto es que, en sentido estricto, ese nombre se referiría exclusivamente a los indígenas de Tenerife. Cuando el navegante genovés Lancelotto Malocello arribó a Lanzarote a principios del siglo XIV, sus habitantes al parecer se llamaban a sí mismos majos, según el etnónimo que ha pervivido en las fuentes etnohistóricas o en la toponimia insular (Cueva de Los Majos, piedra de Los Majos, etc).

Está probado que los primeros habitantes de la isla, como los del resto de Canarias, procedían del norte de África, de un espacio geográfico que se extiende, aproximadamente, desde Túnez hasta la costa atlántica, y desde el Mediterráneo hasta el límite meridional del desierto del Sáhara, entroncados cultural y genéticamente con los pueblos bereberes del actual Magreb. En el caso lanzaroteño, existe una similitud en el tipo de hábitat (las llamadas casas hondas) con el presente en el Atlas Medio y en otras regiones de Marruecos. Los grabados rupestres de la isla son comunes al resto del Archipiélago y al noroeste africano, con gran profusión de símbolos podomorfos, presentes también en las cimas del Atlas y de la Cabilia. Por su parte, la cerámica muestra paralelismos con las del Neolítico tardío sahariano. El gentilicio majo, -a ha sido relacionado con los nombres de tribus bereberes norteafricanas recogidos por autores grecolatinos, tales como los maxios, mazies y mauros. Finalmente, las frases y palabras conservadas de época aborigen remiten al tronco camito-bereber de los diferentes dialectos hablados en Canarias. Habría que destacar también la existencia de grabados alfabetiformes, como en el resto de las islas, propios de la escritura líbico-bereber.

En cuanto a las fechas del poblamiento, la mayoría de las teorías apuntaban a un momento próximo al año 500 a. C. para datar las primeras arribadas humanas a las Canarias. Actualmente, las investigaciones[1]​ con la técnica Carbono 14 indican que la isla de Lanzarote fue ocupada por primera vez durante la mitad del siglo X a. C., siendo el yacimiento de Buenavista en Teguise el que contiene las fechas más antiguas de todo el archipiélago. La arqueología ha demostrado que el horizonte cultural de los primeros pobladores de la isla se corresponde con la protohistoria del noroeste africano, protagonizada por pueblos bereberes influenciados por la cultura púnica, y quizás también por la latina. Las causas exactas que motivaron el desplazamiento se desconocen.

Sobre el aspecto físico de los aborígenes de la isla poco se sabe con certeza, debido a la escasez de estudios antropológicos. Las limitadas piezas óseas estudiadas remiten a un tipo de estatura media-alta y acusada robustez, de características mediterranoides norteafricanas. Las fuentes etnohistóricas, principalmente la crónica normanda de la conquista (Le Canarien), se limita a apuntar que «son gente hermosa y bien partida».

Elementos culturales y arqueología

El hábitat más generalizado de los aborígenes canarios era la cueva, tanto natural como construida artificialmente. En Lanzarote, sin embargo, el hábitat predominante fueron los poblados en superficie. Los lugares de habitación, agrupados en aldeas –de las que hay localizadas más de una veintena-, tenían unas características muy peculiares en el contexto arqueológico canario. Se trata de las llamadas casa hondas, denominadas así porque el piso se halla excavado en la tierra, de modo que la mitad o más de la habitación quedaría bajo el nivel del suelo. Junto a estas, algunos tubos volcánicos eran utilizados como estancias, casi siempre de manera ocasional.

La principal zona de asentamiento aborigen correspondería con el área central de la isla, conocida como El Jable. Destaca el yacimiento de Zonzamas, uno de los mayores poblados indígenas de Canarias, residencia del último rey de Lanzarote, y que continuó siendo habitado bastante después de finalizar la conquista. Otras zonas arqueológicas destacadas son la llamada La Gran Aldea (hoy Teguise), Ajey (actualmente San Bartolomé) o el Lomo de San Andrés.

 La llamada quesera de Zonzamas, conjunto de acanaladuras elaboradas por los majos

En cuanto al mundo de las creencias, parece que se trata de un pueblo monoteísta, tal y como se desprende de algunas crónicas. En el resto de las islas también está generalizado el culto a uno o dos dioses principales, asociados por lo general al sol y/o la luna. Junto a estos, aparecen gran cantidad de lugares sacralizados, así como síntomas de un culto a elementos de la naturaleza, como montañas y acuíferos. Las crónicas hacen referencia a los cultos majos para pedir lluvias, hecho lógico dado el carácter semidesértico del clima isleño. Llama la atención el hallazgo de figurillas líticas de tipo antropomorfo y zoomorfo asociados a rituales, interpretados como ídolos. Destaca entre estos el llamado Ídolo de Zonzamas, que guarda similitudes estilísticas con ciertas esculturas fenicias y púnicas. Los efequenes, por su parte, eran templos en forma circular en los que se hacían rituales y ofrendas. También se han vinculado con ciertos ritos a las llamadas queseras, conjuntos de acanaladuras artificiales sobre la toba volcánica que podrían haber servido para el derramamiento de leche y otros productos. Los majos honraban a sus difuntos, a los que enterraban en cuevas o en fosas, a través del ajuar funerario compuesto por cerámica, material lítico, conchas y adornos.

La cultura material es rica en cerámica elaborada sin torno, cuchillos de obsidiana, morteros y tahonas de piedra y objetos fabricados con huesos, así como adornos personales a base de piedras, material óseo y malacológico.

Economía: la subsistencia en la isla  Majos elaborando gofio, representados en cerámica

La base económica de la antigua sociedad lanzaroteña estaba representada por las actividades agrícolas y ganaderas, complementadas con la recolección de especies vegetales silvestres, la pesca y el marisqueo, y la captura de pequeños animales del medio insular. La agricultura era muy precaria, de tipo cerealista, basada en el cultivo de cebada con métodos rudimentarios. Ésta era empleada para la elaboración del gofio. La ganadería era la fuente principal de recursos económicos para los majos, dada la adaptación del ganado caprino a las condiciones ambientales de la isla. La cabra, la oveja y el cerdo eran las principales especies domésticas presentes en época aborigen, de las que se extraía carne, leche, queso (cuajada) y manteca. La alimentación de los majos se completaba con un alto consumo de mariscos (lapas y burgados, principalmente), con los peces capturados de forma rudimentaria, la caza de aves (pardelas, hubaras) y reptiles y la recolección de productos vegetales como los dátiles.

Organización sociopolítica

Socialmente, el núcleo fundamental de organización maja era la familia extensa, o el linaje, en torno al cual se articulaban las actividades productivas y reproductivas. Muchos autores han defendido la filiación matrilineal (en que el parentesco se establece con la familia materna) como sistema constitutivo de los linajes lanzaroteños, como parece que ocurría entre los canarios de Gran Canaria y en tribus bereberes norteafricanas con anterioridad a la islamización. En el momento inmediato a la Conquista, la sociedad maja habría iniciado su tránsito desde un modelo tribal, escasamente jerarquizado y basado en las relaciones de parentesco, hacia un modelo de jefatura, en que aparece la figura jerárquica del jefe, con funciones redistributivas y poder sobre todo el ámbito insular. Otras prácticas sociales majas serían la poliandria, según la cual cada mujer tendría tres maridos, tal y como relata la crónica Le Canarien, que se turnarían con las lunas, permaneciendo uno en el domicilio, actuando como marido principal, mientras los otros se dedicaban a actividades productivas fuera de casa, así como la «hospitalidad de lecho», atestiguada en la leyenda de la princesa Ico, que significaría la cesión temporal de los derechos maritales a favor de otros hombres, como señal de agasajo hacia los huéspedes, que también existió entre los inuit.

La conquista de Lanzarote  Grabado de la expedición de Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle a la Isla de Lanzarote

La isla de Lanzarote era conocida de forma vaga por el mundo antiguo. Quizás fuese visitada por los fenicios, que buscaban la orchilla, un liquen que crece en las rocas orientadas al norte de la isla y del que se obtenía tinte rojo. El conocimiento que los romanos tuvieron de la existencia de Canarias sí fue más directo, tal y como relatan autores clásicos entre los que cabe destacar a Plinio el Viejo, así como restos arqueológicos, como ánforas de origen romano recogidas en la costa de la isla.[2]

Ya en época medieval, en torno a 1312, el navegante genovés Lanceloto Malocello redescubrió la isla de Lanzarote para Europa y le dio su actual nombre, que aparece por primera vez en el mapa portulano de Angelino Dulcert en 1339. Durante los siguientes cincuenta años se organizan varias expediciones, más bien razzias, que buscan esclavos, pieles y tintes. Comienza con esto el declive de la población aborigen. En 1377 el vizcaíno Ruiz de Avendaño, comandante corsario de la flota castellana, naufraga tras una tormenta en la isla de Lanzarote, donde es recibido por el rey Zonzamas, que le ofrece la hospitalidad de lecho con la reina Fayna. De esta relación nace la princesa Ico, blanca y rubia, madre del último rey de Lanzarote, Guadarfia. En 1393, el noble castellano Almonáster llega a Lanzarote. Cuando regresa a la península lleva consigo nativos y algunos productos agrícolas.

Las primeras expediciones europeas de saqueo en busca de esclavos recalaban primero en Lanzarote por ser la isla más cercana a la península ibérica. Esto contribuyó a una disminución demográfica durante el siglo XIV, de manera que cuando llegaron las primeras expediciones de conquista la población estaba en claro retroceso.

La conquista definitiva de la isla se produce con la expedición de los mercenarios y aventureros normandos Juan de Bethencourt y Gadifer de la Salle, al servicio de Enrique III de Castilla. Cuando llegan a la isla en 1402 se establecen en la Costa del Rubicón, en el sur de la isla, tal y como narra la crónica normanda de la conquista de Canarias, titulada Le Canarien.

Se dice que lo que hoy es una zona desértica llamada Rubicón, estaba ocupada a la llegada de Bethencourt por una espesa vegetación, que hizo que él y sus hombres tuviesen que abrirse paso a golpe de machete. Después del intento fallido de conquistar Fuerteventura, Bethencourth vuelve a Castilla y le es otorgado el señorío de Lanzarote. Cuando regresa la resistencia de los nativos ha sido reprimida a sangre y fuego por Gadifer de la Salle. Tras sucesivos fracasos en la conquista de otras islas y dado el escaso interés comercial que despertaba Lanzarote entonces, Jean de Bethencourt cede el señorío de la isla a su pariente Maciot de Bethencourt. Los reyes Católicos prohibieron que se capturase a los habitantes de las Canarias como esclavos.

En 1404 el papa Benedicto XIII erige la Diócesis de San Marcial del Rubicón a petición de los normandos de la expedición de Bethencourt y Gadifer de la Salle, con jurisdicción sobre todas las islas Canarias. La ermita del Castillo de San Marcial del Rubicón fue erigida en catedral, siendo la primera catedral de las Islas Canarias.[3]​ Sin embargo, la diócesis sería trasladada en 1483 a Las Palmas de Gran Canaria y el nombre de la diócesis fue modificado pasando a llamarse Diócesis Canariense-Rubicense, también conocida actualmente como Diócesis de Canarias.[3]​ La diócesis sin embargo, conservaría su jurisdicción sobre todo el archipiélago hasta 1819, año en que el papa Pío VII crea la Diócesis de San Cristóbal de La Laguna con sede en la isla de Tenerife y que hoy rige la mitad occidental del archipiélago.[3]

El señorío feudal  Castillo de Santa Bárbara

Lanzarote se convirtió en un señorío feudal que pasa de mano en manos de Maciot de Bethencourt a Enrique de Guzmán, conde de Niebla, que en 1430 se ve obligado a ceder el señorío a Guillén de las Casas. En este periodo Maciot continuó ejerciendo sus derechos de propiedad de la isla, hasta 1448 que los cedió al soberano portugués Enrique el Navegante. Los portugueses ocuparon la isla durante seis años, hasta que el gobernador Antao Gonçalves fue depuesto por Diego de Herrera.[4]

Durante las siguientes centurias la isla mantendrá una estructura de poder feudal, hasta la abolición en 1812 por las cortes de Cádiz de la unión de titularidad de la tierra y poder judicial que representaban los señoríos. Mientras el ejercicio de la judicatura, los señoríos eran una institución de derecho germánico, posiblemente anterior a la Baja Edad Media, dejó de ser hereditario tras la decisión de las cortes de Cádiz, la titularidad de las tierras, antes ligada al cargo público como un elemento de su funcionalidad, dejó de estar vinculada a la función pública de los señoríos, que desaparecía, y pasar a ser una propiedad personal del heredero del señorío. Desde un punto de vista económico, los diputados no pudieron hacer mejor regalo a los antiguos titulares de los señoríos.

Dada la cercanía con la costa africana, Lanzarote será objetivo de los ataques de piratas berberiscos y europeos. En 1586 el corsario berberisco Amurat toma la isla con quinientos hombres y captura a la familia del señor. Sir Walter Raleigh, durante su última expedición en busca del Dorado, ataca Arrecife en 1617 y arrasa la ciudad. La población se refugia durante los ataques en la cueva de los Verdes. En 1618 Solimán invade y arrasa la isla.

Siglo XVIII La erupción de Timanfaya  Parque nacional de Timanfaya

En 1730 comenzó la mayor erupción del archipiélago en la época moderna, arrojó lava y escorias durante casi seis años y lanzó un volumen de material entre 3 y 5 kilómetros cúbicos.[5]​ El testimonio del párroco de Yaiza, Lorenzo Curbelo, decía así:

El día 1 de septiembre de 1730, entre las nueve y las diez de la noche, la tierra se abrió en Timanfaya, a dos leguas de Yaiza... y una enorme montaña se levantó del seno de la tierra.

La isla se transformó por completo. Diez pueblos quedaron enterrados (Tingafa, Montaña Blanca, Maretas, Santa Catalina, Jaretas, San Juan, Peña de Palmas, Testeina y Rodeos) y durante seis años la lava se extendió por la zona sur cubriendo un cuarto de la isla y llenando las vegas cercanas de cenizas volcánicas. En 1824 de nuevo comenzaron las erupciones en Timanfaya. Se produjeron terribles hambrunas, ya que en esa zona estaban los cultivos de trigo, parte de cuya producción se exportaba a otras islas, y buena parte de la población se vio obligada a emigrar. Desde entonces el paisaje se ha transformado gracias a las técnicas agrícolas de cultivo sobre lapilli (rofe) volcánicos que los conejeros emplean para captar la humedad de los alisios.

Actividad económica

Tanto Lanzarote como Fuerteventura serían durante los siglos XVI, XVII y XVIII las principales exportadoras de trigo y cereales a las islas centrales del archipiélago; Tenerife y Gran Canaria.[6]​ Si bien, este comercio casi nunca revirtió en los habitantes de Lanzarote y Fuerteventura, produciéndose períodos de hambruna, por lo que la población de estas islas tuvo que desplazarse a Tenerife y Gran Canaria para intentar mejorar su suerte. Constituyéndose la isla de Tenerife como el principal foco de atracción para lanzaroteños y majoreros.[6]

Durante la segunda mitad del siglo XVIII se introdujo el cultivo de la barrilla o cosco (Mesembryanthemum nodiflorum o M. fructiferum), una planta rastrera rica en álcalis que se empleaba para la fabricación de jabón y la obtención de sosa. Tal fue la explotación de dicha planta que la iglesia quiso establecer el diezmo sobre ella. Con ello, Lanzarote abandonó en parte el modelo exclusivamente cerealista que había caracterizado su economía desde la conquista. La exportación de la barrilla fue la causa del paulatino crecimiento del puerto de Arrecife. Por otra parte, las erupciones de Timanfaya, que supusieron un irreparable daño para las fértiles vegas del suroeste de la isla, posibilitaron a la larga la introducción en Lanzarote del cultivo de la uva. La sequedad del clima lanzaroteño no permitía este cultivo. Sin embargo, el campesino isleño ingenió un sistema de plantación en el que el manto de cenizas volcánicas sirve para conservar la abundante humedad depositada durante la noche en forma de «sereno». Del Mediterráneo oriental llegaron las viñas con las que se fabrica el vino de malvasía, el preferido por el personaje de Shakespeare Falstaff, vino que con el tiempo perdió su clientela inglesa. Comerciantes de Tenerife llevaron a Lanzarote los ambiques necesarios para la confección del aguardiente, producto también introducido en Lanzarote en esta época y que contribuiría al esplendor económico de la isla.[7]

Además, de América llegó a Lanzarote el cultivo de la cochinilla en tuneras, la papa y el tomate. La cochinilla, un insecto parásito de la tunera o nopal del que se extrae el colorante carmín utilizado por la emergente industria textil británica del momento fue durante algún tiempo una de las industrias más importantes de la isla. Todavía pueden verse las plantaciones en los pueblos de Guatiza y Mala. En cuanto a la pesca, fue siempre de bajura o artesanal y litoral. No se llevó a cabo una actividad pesquera importante hasta principios del siglo XX, siendo Cabo Blanco la zona predilecta de los marinos conejeros.

Siglo XIX y XX: Lanzarote contemporánea  Charco de San Ginés, entrante de agua marina que penetra en Arrecife

Desde mediados del siglo XVIII Lanzarote abandona su anterior modelo económico cerealista, que la había convertido durante toda la Edad Moderna en el granero de Canarias, para dedicarse a nuevos productos de exportación, entre los que destacó la barrilla y, tras las erupciones de Timanfaya y el acondicionamiento de zonas como La Geria, el cultivo de la vid para la producción de vinos y aguardientes. Estos cambios sentarían las bases de un nuevo modelo de isla, que se afianzará desde mediados del siglo XIX. Los procesos más sobresalientes de esa Lanzarote contemporánea serán: la aparición de nuevos monocultivos de exportación, fundamentalmente la cochinilla. El ascenso de Arrecife como principal núcleo urbano y poblacional; el fin del señorío, y el creciente interés de ciertos sectores de la sociedad insular por el devenir político de Canarias, marcado en aquel momento por el llamado pleito insular.

Modelo económico: la cochinilla y el auge de Arrecife

La crisis de la barrilla, producto que había hecho crecer al puerto de Arrecife, produjo una profunda debacle que obligaría a muchos isleños a emigrar, hecho que se agravaría debido a un ciclo de sequías y plagas, así como a la erupción volcánica de 1824, la última registrada en la isla. Las cosas cambiarían en torno al año 1850, momento en que comienza el periodo de expansión de la cochinilla. El auge de la cochinilla sirvió como empuje definitivo al puerto de Arrecife, ciudad en torno a la cual se estableció una emergente burguesía insular, así como un creciente número de barcos que faenaban en el caladero canario-africano. En 1847 una real orden traslada la capital de la isla desde Teguise hasta Arrecife y en 1852 el puerto arrecifeño se ve incluido entre los puertos libres de impuestos y aduanas que establece la Ley de puertos francos de Canarias, dando un gran impulso a la economía insular.

Política: termina el señorío y comienza el «pleito»

El sistema señorial impuesto en Lanzarote y otras islas del archipiélago tras su conquista sería abolido en 1811, momento en que se extinguen los señoríos en toda España. Además, administrativamente, se crean en este momento los ayuntamientos modernos, tal y como hoy los entendemos, desapareciendo el concepto de parroquia que hasta entonces se había mantenido. Por otra parte, el siglo XIX y buena parte del XX estarían marcados en Canarias por la rivalidad entre las oligarquías de las dos islas más pobladas (Tenerife y Gran Canaria) que se disputaban la hegemonía sobre el Archipiélago, por entonces constituido en una sola provincia, con capital en Santa Cruz de Tenerife. El llamado pleito insular acabó salpicando a la política lanzaroteña. Durante el siglo XIX, se produjo una sensible emigración a América por vía marítima, especialmente a Venezuela, encontrando los viajeros en algún caso las calmas chichas de esa zona del Atlántico, con hechos trágicos. Desde 1911 se constata un creciente interés por los asuntos regionales en todos los municipios conejeros, en el momento en que Gran Canaria había apostado ya por la división provincial. En principio las instituciones insulares se habían mostrado contrarias a las tesis divisionistas, pero luego se alinearon en cierto modo con ellas, esperando que la descentralización del archipiélago supusiera mejoras para la isla, y defendiendo propuestas luego incumplidas, como el distrito electoral insular. En el marco del pleito se inscribe también la Ley de Cabildos de 1912, con la que surgen las instituciones de carácter insular tal y como hoy las concebimos.

1967-actualidad: la era del turismo

En 1967 se acababan de poner en marcha los dos primeros establecimientos turísticos de la zona costera de Puerto del Carmen: el Hotel Los Fariones y el Hotel San Antonio, a los que seguiría un Parador Nacional, en alguna época con un solo inquilino, funcionario médico en la isla. Estos dos primeros hoteles serían testigos de la que posiblemente haya sido la mayor transformación experimentada por Lanzarote a lo largo de su historia, pasando de ser una isla subdesarrollada y sedienta, de campesinos, pescadores y emigrantes, a convertirse, en unas décadas, en una potencia turística capaz de atraer a casi dos millones de visitantes cada año, con un vertiginoso desarrollo demográfico causado por una fuerte inmigración.

La primera desaladora: el fin de la sed

Para hacer posible el milagro turístico, la isla tuvo, previamente, que sortear el principal obstáculo que durante siglos había condicionado el desarrollo de sus gentes: la práctica ausencia de agua potable. El clima subdesértico de Lanzarote había producido durante siglos innumerables episodios de crisis, hambrunas y emigraciones masivas. A la altura de 1960, las obras realizadas para canalizar agua desde Famara hasta Arrecife o el gran depósito llenado con agua procedente de otras islas creado a principios de siglo en la capital insular (La Mareta del Estado) apenas eran suficientes para asegurar el rudimentario suministro de los apenas 36 000 habitantes con que por entonces contaba la isla. La solución llegaría cuando en 1965 se instala en Lanzarote la primera planta desaladora de Canarias, y de toda España, por iniciativa de los hermanos Díaz Rijo, y con apoyo de todos los sectores económicos insulares.[8]​ Esta, que sería una de las primeras desaladoras del planeta, supondría para Lanzarote la posibilidad de adentrarse en nuevos sectores económicos que la alejasen de su secular subdesarrollo. Hasta los años 1970, una parte importante de la electricidad consumida en la isla procedía de unos generadores instalados en un buque anclado en el puerto de Arrecife, y estaban en uso zonas de montículos volcánicos cubiertas con cemento, para recoger el agua de la lluvia y almacenarla en aljibes hasta que fuese potable. En tiempos muy anteriores, los conejeros adquirían para su consumo el agua que servía de lastre en los barcos que arribaban a su puerto.

Manrique y los comienzos del turismo  Jardines en Los Jameos del Agua, obra de César Manrique puesta en marcha en la década de los 1970 El diablo de Timanfaya, diseñado por César Manrique, símbolo del parque nacional Turistas ante un géiser en el parque nacional de Timanfaya Turistas en camello

En 1966, el artista lanzaroteño César Manrique regresa de su estancia en Nueva York y se instala definitivamente en Lanzarote.[9]​ Manrique se puso pronto en marcha para generar las condiciones con las que la isla se transformaría en un destino turístico respetuoso con su paisaje e identidad cultural, encontrando el apoyo necesario en la figura del por entonces presidente del Cabildo, José Ramírez Cerdá. El tándem César Manrique - José Ramírez, junto a la conciencia social generada por el periódico insular La Antena, hicieron posible convertir, en una década, a Lanzarote en algo más que un destino turístico de buen clima y playas, en donde el paisaje agrícola, la naturaleza volcánica de la isla, la idiosincrasia del isleño, el arte y la arquitectura tradicional se combinaron para crear una marca turística genuina. En 1968 se había abierto al público el tramo visitable de la Cueva de los Verdes, acondicionado por el artista Jesús Soto. Ese mismo año, Manrique inauguró la escultura Fecundidad, o Monumento al Campesino, en el centro geográfico de la isla, junto a una Casa-Museo inspirada en la arquitectura tradicional. A esta obra le siguieron las del Mirador del Río, el Centro de visitantes de las Montañas del Fuego (Timanfaya), el Museo Internacional de Arte del Castillo de San José y el acondicionamiento de los Jameos del Agua. De esta manera, cuando el turismo era aún una actividad embrionaria, la isla supo dotarse de una red de centros en los que arte y naturaleza se fusionaban para seducir al visitante extranjero. Todo esto generó entre los lanzaroteños una conciencia ambiental que hizo merecedora a la isla del título de Reserva de la Biosfera, otorgado por la Unesco en 1993.

Otro punto fundamental en las últimas décadas es la rápida decadencia del sector pesquero que, a principios de los años 1970, era fundamental en la economía de la isla, pasando hoy a un plano muy secundario. La ocupación del protectorado o provincia española del Sáhara Occidental por parte de Marruecos, en 1975, supuso la pérdida del caladero tradicional en el que faenaba la potente flota pesquera de la isla, sin que el mantenimiento de buenas relaciones con Mauritania compensasen suficientemente la pérdida del acceso al banco sahariano norte. Así pues, desde mediados de la década de 1970 se aprecia la paulatina caída de los sectores primarios tradicionales de la economía insular, dejando paso a la hegemonía del turismo y las actividades asociadas a él (construcción, comercio, hostelería, etc).

Todas estas transformaciones coincidieron en el tiempo con los últimos años de la dictadura franquista y con el proceso de recuperación de las libertades políticas que llegaría a España tras la Transición, creándose un marco de democracia y autonomía para las Islas Canarias.

Lanzarote hoy

A pesar de la conciencia ambiental de los isleños, algunos aspectos del modelo desarrollista y ambientalmente insostenible implantado en otros destinos turísticos comenzaron a hacerse notar en Lanzarote desde finales de los años 1980. Antes de su muerte, en 1992, el propio Manrique se había colocado a la cabeza de las protestas contra del turismo masivo y los desaciertos urbanísticos, convirtiéndose en un símbolo de la defensa del territorio y la naturaleza de Canarias.

Lanzarote vivió la mayor manifestación popular de su historia el 27 de septiembre de 2002, bajo el lema No a la destrucción de la isla. Aun así, el crecimiento turístico ha seguido siendo una constante a lo largo de los últimos años, pasando la isla de 50000 plazas hoteleras en 2001 a más de 72000 en 2006. Este desmedido crecimiento se ha producido a pesar de la pionera normativa urbanística puesta en marcha en Lanzarote a través de sus sucesivos Planes Insulares de Ordenación del Territorio (PIOT) y de las moratorias decretadas para la construcción, planeamiento urbanístico que ha sido incumplido por un buen número de nuevos establecimientos hoteleros, cuyas licencias han sido anuladas por la justicia, encontrándose en la actualidad en una difícil tesitura legal, y cuyo futuro aún se desconoce.[10]

La economía volcada hacia el turismo y el sector de la construcción, con trabajadores muchas veces procedentes de la península y de estancia temporal en la isla, ha llevado a Lanzarote de ser una isla que emigraba a ser una isla que vive una enorme inmigración fruto de la cual ha experimentado un espectacular aumento demográfico. En la actualidad, la mitad de la población que reside en Lanzarote ha nacido fuera de la isla, y una cuarta parte de los censados son extranjeros. Pese a que suela tener mayor impacto mediático la inmigración procedente del África continental por vía marítima (el llamado fenómeno de las pateras), por las condiciones en que esta tiene lugar, el mayor contingente poblacional procede, en cambio, del continente europeo.

En resumen, Lanzarote ha vivido en las últimas décadas el mayor desarrollo socioeconómico de su historia, abandonando definitivamente su marginalidad. Por ello, la isla asume en la actualidad algunos de los más importantes retos a los que se enfrentan las sociedades modernas de nuestro tiempo, como son la necesidad de compatibilizar desarrollo económico y la sostenibilidad de su medio natural; la integración de su población inmigrante o el mantenimiento de una identidad cultural propia recuperando el sector primario, que siga sirviendo como reclamo para la potente industria turística, y apostando por la diversificación de su economía.

Atoche Peña, Pablo. «Lanzarote en el proceso de colonización del archipiélago canario: las series de dataciones C14 disponibles». Revista fuero del Archivo Histórico Municipal de Teguise.  Hoja del Lunes de Bilbao, 16 de julio de 1973 a b c «San Marcial del Rubicón y los Obispados de Canarias». Archivado desde el original el 3 de abril de 2015. Consultado el 25 de abril de 2016.  Pallares Padilla, Agustín (10 de abril de 1976). «Los primeros señores feudales de Lanzarote». lanzarote-y-sus-islotes.webnode.es. Consultado el 6 de diciembre de 2022.  EFE (25 de mayo de 2010). «Timanfaya arrojó en seis años tanta lava como en las erupciones de Islandia». www.canarias7.es. Consultado el 5 de enero de 2019.  a b Jornadas de Estudios sobre Lanzarote y Fuerteventura «El Rubicón: 600 años (1404 - 2004)». Archivado desde el original el 21 de julio de 2018. Consultado el 6 de junio de 2018.  La Provincia Lunes 18 de agosto de 2008 Biografía de César Manrique Fundación César Manrique «Artículo diario El País». 
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