Los orígenes de la ciudad se remontan a la segunda mitad de Edad Media o a principios del siglo XVI cuando, siendo un pequeño feudo bajo el dominio de los Acquaviva, condes de Conversano, comenzó a poblarse de campesinos que deseaban cosechar la selva (así llamada) fértil. Los condes autorizaron a los colonos para que construyeran sus casas a la piedra seca, esto es, sin cemento, para poder ser derruidas en caso de inspección regia. Esto se debía a la prammatica de baronibus, norma existente en el Reino de Nápoles desde el siglo XV, en cuya virtud el nacimiento de una aglomeración urbana exigía el pago del tributo; con la astuta propuesta se evitaba el impuesto. Así pudieron construir estas casas que podían configurarse como construcciones precarias, de fácil demolición.
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