Fado

El fado es la expresión más conocida internacionalmente de la música portuguesa. En el fado se expresan las experiencias de la vida a través del canto. Generalmente lo canta una sola persona, acompañado por la «viola» (guitarra española) y la guitarra portuguesa. Los temas más cantados en el fado son la melancolía, la nostalgia o pequeñas historias del vivir diario de los barrios humildes, pero especialmente el fatalismo y la frustración.

Documentalmente se comprueba la existencia del fado desde 1838, aunque hay quien identifica su origen con los cantos de las gentes del mar, inspirados en la soledad, la nostalgia y los balanceos de los barcos sobre el agua. A pesar de los numerosos investigadores —Gonçalo Sampaio, Mascarenhas Barreto, Pinto de Carvalho o Rodney Gallop— el misterio de sus orígenes todavía no se ha develado. Se cree que nació en los barrios alrededor del puerto de Lisboa, entre clases pobres, marineros, obreros, rufianes, chamiceras, gente bohemia de Alfama, Bairro Alto y otros.

Sus orígenes, no comprobados, conectan el fado con las "Cantigas d'Amigo"[1]​ quizás con influencias africanas y más lejanas, traídas de las colonias.[2]

Una de las mejores definiciones de fado la ofrece Amália Rodrigues (1920-1999), considerada la embajadora artística de Portugal: «el fado es una cosa muy misteriosa, hay que sentirlo y hay que nacer con el lado angustioso de las gentes, sentirse como alguien que no tiene ni ambiciones, ni deseos. Una persona... como si no existiera. Esa persona soy yo y por eso he nacido para cantar el fado». Amália puso emoción y voz de fado a grandes poetas portugueses, como O`Neill, Manuel Alegre, Homem de Melo y Camoens. En una de sus canciones más célebres «Todo esto es fado» canta:

También el escritor portugués Fernando Pessoa escribió: «El fado no es alegre ni triste [...] Formó el alma portuguesa cuando no existía y deseaba todo sin tener fuerza para desearlo [...] El fado es la fatiga del alma fuerte, el mirar de desprecio de Portugal al Dios en que creyó y que también lo abandonó».

Su origen es sin duda popular y tiene algunos paralelismos con otros estilos relevantes de la misma época, como el tango, el rebetiko y el flamenco. Aunque protegido por las instituciones oficiales durante la dictadura salazarista, los amantes de este cante lo siguieron preservando durante la segunda mitad del siglo pasado. Hoy la popularidad del fado es cada vez mayor, principalmente entre las nuevas generaciones de cantantes portugueses.

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El fado es la expresión más conocida internacionalmente de la música portuguesa. En el fado se expresan las experiencias de la vida a través del canto. Generalmente lo canta una sola persona, acompañado por la «viola» (guitarra española) y la guitarra portuguesa. Los temas más cantados en el fado son la melancolía, la nostalgia o pequeñas historias del vivir diario de los barrios humildes, pero especialmente el fatalismo y la frustración.

Documentalmente se comprueba la existencia del fado desde 1838, aunque hay quien identifica su origen con los cantos de las gentes del mar, inspirados en la soledad, la nostalgia y los balanceos de los barcos sobre el agua. A pesar de los numerosos investigadores —Gonçalo Sampaio, Mascarenhas Barreto, Pinto de Carvalho o Rodney Gallop— el misterio de sus orígenes todavía no se ha develado. Se cree que nació en los barrios alrededor del puerto de Lisboa, entre clases pobres, marineros, obreros, rufianes, chamiceras, gente bohemia de Alfama, Bairro Alto y otros.

Sus orígenes, no comprobados, conectan el fado con las "Cantigas d'Amigo"[1]​ quizás con influencias africanas y más lejanas, traídas de las colonias.[2]

Una de las mejores definiciones de fado la ofrece Amália Rodrigues (1920-1999), considerada la embajadora artística de Portugal: «el fado es una cosa muy misteriosa, hay que sentirlo y hay que nacer con el lado angustioso de las gentes, sentirse como alguien que no tiene ni ambiciones, ni deseos. Una persona... como si no existiera. Esa persona soy yo y por eso he nacido para cantar el fado». Amália puso emoción y voz de fado a grandes poetas portugueses, como O`Neill, Manuel Alegre, Homem de Melo y Camoens. En una de sus canciones más célebres «Todo esto es fado» canta:

También el escritor portugués Fernando Pessoa escribió: «El fado no es alegre ni triste [...] Formó el alma portuguesa cuando no existía y deseaba todo sin tener fuerza para desearlo [...] El fado es la fatiga del alma fuerte, el mirar de desprecio de Portugal al Dios en que creyó y que también lo abandonó».

Su origen es sin duda popular y tiene algunos paralelismos con otros estilos relevantes de la misma época, como el tango, el rebetiko y el flamenco. Aunque protegido por las instituciones oficiales durante la dictadura salazarista, los amantes de este cante lo siguieron preservando durante la segunda mitad del siglo pasado. Hoy la popularidad del fado es cada vez mayor, principalmente entre las nuevas generaciones de cantantes portugueses.

La guitarra portuguesa que acompaña siempre el fado tiene doce cuerdas y su origen se remonta a la Edad Media y a un instrumento llamado «cítula». Fue introducido en Portugal en la segunda mitad del siglo XVIII, a través de la colonia inglesa en Oporto. A finales del siglo empezó a ser utilizada en los salones de la burguesía. Su timbre es especial e inconfundible y está vinculado con el fado lisboeta desde 1870. Las guitarras de Lisboa y Coímbra varían ligeramente en su tamaño, afinación y construcción. La estructura del fado se divide en secuencias en las que unas veces la guitarra suena sola y en otras acompaña solamente a la voz del fadista.

Las casas de fado son restaurantes de los barrios antiguos de Lisboa (Bairro Alto, Alfama, Lapa o Alcântara), que suelen abrir solo por las noches. Después de cenar y tomar un buen vino, se baja la intensidad de la luz, se hace silencio absoluto y uno se deja llevar por el ambiente íntimo y por las voces dulces de los fadistas. Aunque hay fados alegres, que son los más demandados, los melancólicos tienen más admiradores portugueses. Las composiciones de Alfredo Marceneiro y Severa son un clásico.

En noviembre del 2011, la Unesco inscribió a El fado, canto popular urbano de Portugal como integrante de la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.[3]

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