Convento e Catacombe dei Cappuccini (Palermo)

( Catacumbas de los Capuchinos )

Las Catacumbas de los Capuchinos (también llamadas Catacumbas de los Capuchinos de Palermo) son unas catacumbas ceremoniales situadas en la ciudad de Palermo (Sicilia), en el sur de Italia.

 Galería de las catacumbas a finales del siglo XIX

En 1534 la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, una rama reformista de los franciscanos que se había fundado recientemente, construyeron su primer monasterio en suelo siciliano fuera de las puertas de la ciudad de Palermo. En 1597 el cementerio del monasterio comenzó a quedarse sin espacio. Es entonces cuando los monjes deciden construir una cripta en el subsuelo del recinto monástico. Será el 16 de octubre de 1599 cuando enterrarán la primera momia, la del hermano Silvestro de Gubbio. Su cuerpo es el primero que hay a la izquierda inmediatamente después de la entrada. Cuando los frailes bajaron para trasladar los cadáveres de la cripta vieja a la nueva, descubrieron que 45 de estos habían quedado prácticamente intactos al momificarse naturalmente. El hecho fue interpretado como un signo de benevolencia celestial, y los frailes decidieron no enterrar más estos cuerpos sino exponerlos de pie en hornacinas colocadas alrededor de las paredes del primer corredor de las Catacumbas como memento mori.[1]

Los cuerpos de los hermanos fallecidos se trasladaban al "coladero", donde eran sometidos a un proceso de deshidratación después de haber retirado los órganos. Pasados entre ocho y doce meses eran lavados en vinagre y rellenados de paja. Algunos fueron embalsamados, mientras que otros fueron encerrados y sellados en vitrinas de cristal. Los monjes portaban sus ropas de diario. Otros métodos utilizados, especialmente en épocas de epidemias, incluían un baño de agua con arsénico o cal. Este es el método utilizado para el cadáver de Antonio Prestigiacomo, que murió en 1844 a los 50 años y descansa de pie dentro de un nicho con el rostro rojizo.[2]

 Galería de las catacumbas a finales del siglo XIX

Originalmente, y hasta 1670, las catacumbas se usaron con el único propósito de enterrar a los monjes capuchinos. Pero el descubrimiento de los 45 cuerpos momificados naturalmente trajo cierta fama al convento y los frailes comenzaron, poco a poco, a acoger a un número creciente de cadáveres "seculares". Será en 1783 cuando decidieron otorgar entierro a todo aquel que pudiera pagar los costos del embalsamamiento. Así fue como se ampliaron las Catacumbas Capuchinas de Palermo y se crearon nuevos corredores. Lo que iba a ser el cementerio "privado" de los frailes se convirtió en una especie de museo de la muerte.[3]

Durante los siglos siguientes, beneficiarse de un entierro en las catacumbas de los capuchinos se convirtió en un signo de prestigio social para la élite siciliana. El convento no pudo ignorar la demanda, especialmente porque muchos de los benefactores del monasterio pertenecían a esta élite. Esto permitió también a los religiosos recolectar dinero y transmitir el mensaje de “memento mori”. En su testamento, los interesados pedían que se les mantuviera con cierto tipo de ropa, o incluso que se les cambiara la ropa a intervalos regulares. Los sacerdotes vestían sus ropas sacerdotales, mientras que otros querían vestirse según la moda de su época. Los familiares a menudo visitaban a sus fallecidos, no solo para orar, sino también para mantener los cuerpos en una apariencia presentable.

El deseo de los mejores círculos de Palermo por un funeral con los capuchinos continuó sin cesar durante más de dos siglos. Es así como las catacumbas se mantuvieron durante todo este tiempo gracias a las donaciones de las familias. Cada cuerpo nuevo se colocó en un nicho temporal, antes de ser trasladado a su lugar de descanso final. Mientras continuaron las donaciones, el cuerpo permaneció en su lugar. En el momento en que la familia dejaba de realizar donaciones el cadáver se almacenaba en un estante a la espera de reanudar de nuevo los pagos.

No fue hasta 1837 que el gobierno prohibió este tipo de sepultura. Aun así el último monje en ser enterrado fue el hermano Riccardo en 1871. Los entierros continuaron hasta 1880, año en que se cierra el cementerio. Sin embargo hubo dos cuerpos más que se enterraron a principios del siglo XX: el primero, en 1911, era el de Giovanni Paterniti, vicecónsul de Estados Unidos (todavía conserva el bigote); el segundo, en 1920, fue el de la pequeña Rosalía Lombardo.[3]

«Origini delle Catacombe dei Cappuccini».  «Tecniche di mummificazione».  a b «Le Catacombe nella storia». 
Fotografías por:
Dpedreroroson - CC BY-SA 4.0
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