El Palacio de Catalina (ruso: Екатерининский дворец) era la residencia de verano de los zares de Rusia, de estilo rococó y ubicada en la ciudad de Tsárskoye Seló (actualmente llamada Pushkin), a 25 km al sureste de San Petersburgo, antigua capital del Imperio ruso. El palacio está integrado, junto con el conjunto de palacios y parques de la ciudad de Pushkin, así como su centro histórico (código 540-006) en el lugar Patrimonio de la Humanidad llamado «Centro histórico de San Petersburgo y conjuntos monumentales anexos».[1]

Esta residencia tiene su origen en el año 1717, cuando Catalina I de Rusia contrató al arquitecto alemán Johann Friedrich Braunstein para construirle un palacio de verano para su distracción. En 1733, la emperatriz Ana encargó a Mijaíl Zemtsov y Andréi Kvásov que ampliaran el Palacio de Catalina. La emperatriz Isabel, sin embargo, consideró que la residencia de su madre estaba pasada de moda y era incómoda y en mayo del año 1752 pidió a su arquitecto de corte, Bartolomeo Rastrelli que demoliera la antigua estructura y la reemplazara con un edificio mucho más grande en un llamativo estilo rococó. La construcción tardó cuatro años y el 30 de julio de 1756, el arquitecto le presentó el flamante nuevo palacio de 325 metros de largo a la emperatriz, sus aturdidos cortesanos y estupefactos embajadores extranjeros.

En vida de Isabel, el palacio ganó fama por su exterior obscenamente lujoso. Se usaron más de 100 kilos de oro para dorar la sofisticada fachada de estuco y numerosas estatuas erigidas sobre el tejado. Incluso se rumoreó que el tejado del palacio estaba construido enteramente de oro. En frente del palacio se diseñó un enorme jardín formal. Se centre en el pabellón del Hermitage azul y blanco cerca del lago, diseñado por Zemtsov en 1744, revisado por Rastrelli en 1749 y anteriormente coronada por una gran estatua dorada representando El rapto de Perséfone. El interior del pabellón tenían mesas de comedor con mecanismos de mesita rodante. La gran entrada al palacio se encuentra flanqueada por dos «circunferencias» macizas, en estilo rococó. Una delicada reja de hierro colado separa el complejo de la ciudad de Tsárskoye Seló.

Aunque el palacio se asocia popularmente con Catalina la Grande, realmente ella consideró su arquitectura de «nata batida» como anticuada. Cuando ascendió al trono, una serie de estatuas del parque fueron cubiertas con oro, de acuerdo con el último deseo de la emperatriz Isabel, pero la nueva emperatriz hizo que todas las obras se suspendieran al ser informada de los costes. En sus memorias censuró la imprudente extravagancia de su predecesora: «El palacio se estaba construyendo entonces, pero era la obra de Penélope: lo que se hacía hoy, se destruía mañana. Esa casa había sido demolida seis veces hasta sus cimientos, luego vuelta a construir hasta que alcanzó su estado actual. Se gastó en la construcción la suma de un millón seiscientos mil rublos. Existen cuentas que lo prueban; pero aparte de esta suma, la emperatriz gastó mucho dinero de su propio bolsillo en él, sin contarlo nunca».

Para gratificar su pasión por el arte antiguo y neoclásico, Catalina contrató al arquitecto escocés Charles Cameron, quien no sólo renovó el interior de un ala en estilo neopalladiano, entonces de moda, sino que construyó los apartamentos personales de la emperatriz, una estructura de reminiscencias griegas bastante modesta conocida como las Habitaciones de ágata y situada a la izquierda desde el gran palacio. Destacadas por su elaborada decoración de jaspe, las habitaciones fueron diseñadas de manera que enlazaban con los Jardines Colgantes, los Baños fríos y la Galería de Cameron (que todavía conserva una colección de estatuas de bronce) - tres edificios neoclásicos construidos conforme a los diseños de Cameron. Según los deseos de Catalina, se erigieron muchas estructuras notables para su entretenimiento en el Parque de Catalina. Entre ellas, el Almirantazgo Holandés, la Pagoda chirriante, la columna de Chesme, el Obelisco Rumyántsev y el puente de mármol.

A la muerte de Catalina en 1796, el palacio fue abandonado en favor del Palacio Pávlovsk. Los monarcas posteriores prefirieron residir en el cercano Palacio de Alejandro y, con sólo dos excepciones, evitaron añadir reformas al Palacio de Catalina, considerándolo un monumento espléndido a la riqueza de Isabel y la gloria de Catalina II. En 1817, Alejandro I contrató a Vasili Stásov para que redecorara algunos interiores de la residencia de su abuela en el estilo Imperio. Veinte años más tarde, la magnífica Escalera de Stásov fue construida para reemplazar la antigua escalera circular que llevaba a la Capilla del Palacio. Desafortunadamente, la mayor parte de los interiores de Stásov - específicamente, los que datan del reinado de Nicolás I - no han sido restaurados desde los estragos de la SGM hasta hoy.

Cuando las fuerzas del ejército alemán se retiraron del sitio de Leningrado, hicieron destruir la residencia intencionadamente,[1]​ dejando solamente la concha vacía del palacio detrás de ellos. Antes de la Segunda Guerra Mundial los archivistas rusos consiguieron trasladar una fracción de sus contenidos, que demostraron tener gran importancia al reconstruir el palacio. Aunque la mayor parte de la reconstrucción se acabó a tiempo del Tricentenario de San Petersburgo en 2003, aún se requiere mucho trabajo para restaurar el palacio a su anterior gloria. Para atraer fondos, la administración del palacio últimamente alquila el Gran Salón para acontecimientos de alto nivel, como un concierto de Elton John para una audiencia de élite en 2001 y la exclusiva fiesta del año 2005 con gente del estilo de Bill Clinton, Tina Turner, Whitney Houston, Naomi Campbell y Sting.

En la película de animación de la Twentieth Century Fox de 1997 Anastasia, se representa el Palacio de Catalina, erróneamente, como el hogar de la familia imperial.

El palacio fue usado como barracones y para prácticas de tiro. Antes de retirarse, los alemanes incendiaron el palacio (Edmund Stevens, Russia Is No Riddle, Kessinger Publishing, 2005, p. 184). Cuando los soviéticos reconquistaron Tsárskoye Seló, «el Palacio de Catalina presentaba una apariencia terrible. El gran salón, la galería de pinturas y la escalera de gala todo se había derrumbado... La Cámara de Ámbar había sido desmontada y las habitaciones de gala engullidas por un fuego... Una vista de lo más terrible era la perspectiva de Rastrelli de las puertas doradas, reducidas hoy a crudos ladrillos cargados de nieve. Las estancias de Cameron, clásicas, no fueron destruidas, pero sí habían sido objeto de vandalismo», etc. Cita de: Christopher Morgan, Irina Orlova. Saving the Tsar's Palaces. Polperro Heritage Press, 2005. P. 74.
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