Mesoamérica

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Contexto sobre Mesoamérica

Mesoamérica (del griego: μέσος [mesos] ‘intermedio’) es el área cultural del continente americano que comprende la mitad meridional de México, los territorios de Guatemala, El Salvador, Belice, Honduras, el occidente de Nicaragua y Costa Rica. En el periodo precolombino fue conocido por formar parte de las grandes civilizaciones. No debe confundirse con la región mesoamericana, concepto acuñado para denominar una región geoeconómica por organizaciones internacionales tales como la OCDE.[1]​ Mesoamérica, como se expone en este artículo, es un área definida por la cultura. Esta región vio el desarrollo de una civilización indígena en el marco de un mosaico de gran diversidad étnica o lingüística. La unidad cultural de los pueblos mesoamericanos se refleja en varios rasgos que Paul Kirchhoff definió en 1943 como el complejo mesoamericano.Leer más

Mesoamérica (del griego: μέσος [mesos] ‘intermedio’) es el área cultural del continente americano que comprende la mitad meridional de México, los territorios de Guatemala, El Salvador, Belice, Honduras, el occidente de Nicaragua y Costa Rica. En el periodo precolombino fue conocido por formar parte de las grandes civilizaciones. No debe confundirse con la región mesoamericana, concepto acuñado para denominar una región geoeconómica por organizaciones internacionales tales como la OCDE.[1]​ Mesoamérica, como se expone en este artículo, es un área definida por la cultura. Esta región vio el desarrollo de una civilización indígena en el marco de un mosaico de gran diversidad étnica o lingüística. La unidad cultural de los pueblos mesoamericanos se refleja en varios rasgos que Paul Kirchhoff definió en 1943 como el complejo mesoamericano.[2][3]

La definición de lo que se acepta como mesoamericano es objeto de discusión entre los estudiosos de esta civilización; sin embargo, con frecuencia se menciona en el inventario la base agrícola de la economía, como la domesticación de cacao, maíz, frijoles, aguacate, vainilla, calabaza y chile, así como el pavo y el perro, el uso de dos calendarios (ritual de 260 días y civil de 365), los sacrificios humanos como parte de las expresiones religiosas, la tecnología lítica y la ausencia de metalurgia, entre otros. En su momento, la definición del complejo mesoamericano sirvió para distinguir a los pueblos mesoamericanos de sus vecinos del norte y el sur.

El desarrollo de Mesoamérica se extendió por varios milenios. Los especialistas discuten sobre la época que puede considerarse el «inicio» de la civilización mesoamericana. De acuerdo con algunas posturas, el hito inicial consiste en el desarrollo de la alfarería. Otros consideran que el primer complejo mesoamericano se desarrolla entre los siglos XV y XII a. C., período contemporáneo a la cultura olmeca. No obstante, ya hay una transformación importante del ambiente natural a través de la agricultura desde la época geológica del Holoceno, hace más de 7000 años.[4]

A lo largo de su historia, los pueblos mesoamericanos construyeron una cultura que cuyas expresiones hablan de elementos compartidos por varios pueblos y rasgos que los distingan entre sí. En la medida que avanzó el proceso civilizatorio, algunos rasgos se homogeneizaron por el contacto interétnico y otros adquirieron especificidad en ciertos contextos. Este proceso fue continuo y perduró hasta la colonización española.


Algunos autores emplean indistintamente los nombres nahuas para describir objetos y conceptos originales de Mesoamérica,[5]​ y otros destacan las diferencias entre los pueblos de la región.[6]

La mayor parte de los pueblos mesoamericanos hablaron lenguas pertenecientes a las siguientes familias lingüísticas: otomangueana, mayense, mixezoqueana, totonacana y utoazteca.

Otras lenguas están aisladas o no pudieron ser clasificadas porque desaparecieron en el proceso de castellanización que comenzó con la colonización española y continúa hasta la fecha.

Este mosaico de lenguas y etnias estuvo presente durante la época prehispánica y tiene su correlato en las numerosas culturas indígenas que se desarrollaron en diversas zonas y tiempos de Mesoamérica, entre las cuales las más estudiadas han sido:

La mexica, la maya, la teotihuacana, la tenochtitlan , la zapoteca, la mixteca, la olmeca o la purépecha.

A pesar de la concentración de estudios que se han dado en el caso de esas importantes culturas, Mesoamérica fue escenario de muchos pueblos, algunos de los cuales han apenas comenzado a ser investigados a partir de excavaciones recientes. Inventaron un sistema de escritura pero no tan avanzado como los mayas.

Mas sobre Mesoamérica

Historial
  • Período Preclásico
     
    Vasija de la cultura Capacha, procede de Acatitán, Colima.

    Mesoamérica comienza un prolongado proceso de sedentarización plena a partir del siglo XXVI a. C.(o hace aproximadamente 4,600 años), aunque la agricultura —que fue la base de la economía de todos los pueblos mesoamericanos y el factor principal que favoreció su sedentarismo— fue descubierta varios milenios antes.[1]​ Se toma como comienzo de la civilización mesoamericana la aparición de la cerámica, cuyos vestigios más antiguos corresponden a los hallazgos de Puerto Marqués (en la costa de estado de Guerrero, siglo XXVI a. C.)[2]​ y a la fase Purrón del Valle...Leer más

    Período Preclásico
     
    Vasija de la cultura Capacha, procede de Acatitán, Colima.

    Mesoamérica comienza un prolongado proceso de sedentarización plena a partir del siglo XXVI a. C.(o hace aproximadamente 4,600 años), aunque la agricultura —que fue la base de la economía de todos los pueblos mesoamericanos y el factor principal que favoreció su sedentarismo— fue descubierta varios milenios antes.[1]​ Se toma como comienzo de la civilización mesoamericana la aparición de la cerámica, cuyos vestigios más antiguos corresponden a los hallazgos de Puerto Marqués (en la costa de estado de Guerrero, siglo XXVI a. C.)[2]​ y a la fase Purrón del Valle de Tehuacán (centro de México, siglo XXIV a. C.).[3]​ Estos tempranos testimonios de la tecnología cerámica en Mesoamérica —que además son fuente de controversia entre los especialistas[4]​— concentrados solo en algunos sitios como los señalados, han motivado entre algunos autores la opinión de que la aparición de estos materiales se debe probablemente a un vínculo entre los pueblos de la costa del Ecuador y los primeros mesoamericanos.[5]

    De acuerdo con la cronología adoptada en este artículo, el período al que se hace alusión se divide en tres grandes etapas: Preclásico Temprano (ss. XXV-XV/XII a. C.), Preclásico Medio (ss. XII-IV a. C.) y Tardío (ss. IV a. C.-II d. C.).[6]​ Durante la primera etapa, se generaliza la manufactura de la cerámica en toda la región, se consolidó la agricultura del maíz y otras hortalizas y dio inicio un proceso de estratificación social que concluye con la aparición de las primeras sociedades estratificadas en la costa del golfo de México y el Pacífico de Guatemala. En el preclásico temprano, la cultura Capacha fue un motor importante en el proceso civilizador mesoamericano, y su alfarería alcanzó una amplia difusión.

     
    Ilustración que recrea las estructuras del yacimiento arqueológico de Yarumela o el Chircal en Honduras, dicho lugar refleja la influencia Olmeca que había en América central en el preclásico.

    Hacia el año 1500 a. C., las culturas de Occidente entraron en una fase recesiva, acompañada por su asimilación entre los pueblos que habían sostenido relaciones con ellas. De este modo, surgieron Tlatilco en el valle de México y la cultura Olmeca, en el Golfo. Tlatilco fue uno de los principales centros de población mesoamericanos de la época. Se especializaba en la explotación de los recursos del lago de Texcoco y la agricultura del maíz. Algunos autores suponen que Tlatilco fue fundada y habitada por los antepasados de los actuales otomíes. Por otro lado, los olmecas habían entrado en una fase expansiva, que los llevó a construir las primeras obras de arquitectura monumental en La Venta y San Lorenzo. Los olmecas intercambiaban productos tropicales de su área nuclear, y controlaban los yacimientos minerales de Guerrero y Morelos, donde establecieron varios enclaves como Teopantecuanitlán y Atlihuayán. Su influencia cultural se hizo sentir en el Reino de Yaruma, Honduras, Nicoya, Costa Rica, y toda el área Maya. El impulso de la cultura olmeca alcanzó a sus vecinos del sureste y Oaxaca, y contribuyó a las primeras fases culturales de Kaminaljuyú y San José Mogote. Esta última población cedió la hegemonía en el altiplano oaxaqueño a Monte Albán hacia final del preclásico medio. Por esa misma época, en el Bajío, florecía la cultura de Chupícuaro, mientras en el Golfo, los olmecas entraban en declive.

    Entre lo grandes hitos culturales que marcaron el preclásico Medio se encuentra el desarrollo de los primeros sistemas de escritura y la numeración vigesimal en el área nuclear olmeca y Monte Albán. Durante este período, las sociedades mesoamericanas eran sociedades estratificadas. Los vínculos entre los diferentes centros de poder habían permitido la consolidación de élites regionales que controlaban la explotación de los recursos y el trabajo de las clases campesinas. La diferenciación social se basaba en la posesión de ciertos conocimientos técnicos, como la astronomía, la escritura, y el comercio. Además, en el preclásico medio, dio inicio el proceso de urbanización que definió a las sociedades del clásico. Algunos núcleos de población como Tlatilco, Monte Albán y Cuicuilco habrían de florecer en la última etapa del Preclásico, mientras que las poblaciones olmecas se contrajeron y dejaron de ser protagonistas en el área.

     
    El Acróbata, pieza de cerámica procedente de Tlatilco (Estado de México).

    Hacia el final del período preclásico, la hegemonía política y comercial de la región se trasladó a los núcleos de población localizados en el valle de México. Alrededor del lago de Texcoco existían varias aldeas que terminaron por convertirse en verdaderas ciudades, como las ya mencionadas Tlatilco y Cuicuilco. La primera se localizaba en la ribera norte del lago, mientras que la segunda se ubicaba en las faldas de la serranía del Ajusco. Tlatilco mantenía fuertes relaciones con las culturas del Occidente, en tanto que Cuicuilco controlaba el comercio con el Área Maya, Oaxaca y la costa del Golfo. La rivalidad entre ambas habría de concluir con la declinación de la primera. Por otro lado, en Monte Albán, en la zona oaxaqueña, los zapotecos habían comenzado un desarrollo cultural independiente de los olmecas, reelaborando los elementos de esa cultura y adquiriendo características propias. En el altiplano de Guatemala, Kaminaljuyú avanzaba también en dirección de lo que sería la cultura maya clásica, aunque sus vínculos con el Centro y el Golfo seguían marcando las pautas de los comienzos de esa cultura. En todas las regiones de Mesoamérica, con excepción de Occidente, donde había arraigado la tradición de las Tumbas de Tiro, las ciudades se enriquecieron con construcciones monumentales realizadas sobre planos urbanísticos que sorprenden por su complejidad. De esta fecha datan la pirámide circular de Cuicuilco, la plaza central de Monte Albán y la pirámide de la Luna en Teotihuacán.

    Cerca del año 0, Cuicuilco había desaparecido, y la hegemonía en la cuenca de México había pasado a Teotihuacán. Los dos primeros siglos de la era cristiana fueron el período en el que la Ciudad de los Dioses habría de consolidarse como la mayor ciudad de la milenaria Mesoamérica y su principal centro político, económico y cultural en los siguientes siete siglos.

    Olmecas
     
    Principales sitios de la cultura olmeca

    Durante muchos años, la cultura olmeca fue considerada la cultura madre de Mesoamérica, debido a la gran influencia que ejerció en toda la región. Sin embargo, desde las perspectivas más recientes, esta cultura es considerada más como un proceso al que contribuyeron todos los pueblos contemporáneos y que cristalizó en las costas de Veracruz y Tabasco. Aún es muy discutida la identidad étnica de los olmecas. Basados en las evidencias lingüísticas, los arqueólogos y antropólogos se inclinan a suponer que se trataba de un pueblo hablante de una lengua otomangueana; o más probablemente, de los antepasados del actual pueblo zoque que viven en el norte de Chiapas y Oaxaca. Según esta segunda hipótesis, los grupos zoqueanos habrían emigrado hacia el sur tras la ruina de los principales centros de población en la llanura del Golfo. Sea como sea, los portadores de la cultura olmeca llegaron al sotavento unos ocho mil años antes de Cristo, introduciéndose como una cuña en la franja de pueblos protomayas que habitaban la costa, hecho que explicaría la separación de los huastecos del norte de Veracruz del resto de los pueblos mayas localizados en la península de Yucatán y Guatemala.

     
    La pirámide de La Venta, Tabasco, posiblemente la más antigua de Mesoamérica.

    La cultura olmeca representa un hito en la historia mesoamericana, en la medida en que varias de las características que definen a la región aparecen con esta cultura. Entre otros, se pueden citar la organización estatal, el desarrollo del calendario ritual de 260 días y el «civil» de 365, el primer sistema de escritura, la planificación urbana y el carácter multiétnico de sus poblaciones. El desarrollo de esta cultura comienza alrededor del siglo XIV a. C., aunque se consolida hasta el siglo XII a. C. Sus principales sitios fueron La Venta donde se encontraron las cabezas colosales, San Lorenzo y Tres Zapotes en el área nuclear. Sin embargo, en toda Mesoamérica numerosos sitios presentan evidencia arqueológica de ocupación olmeca, especialmente en la cuenca del río Balsas, donde se localiza Teopantecuanitlán. Este sitio es sumamente enigmático, pues está fechado varios siglos antes que las principales poblaciones del Golfo, hecho que no ha dejado de causar controversia y la hipótesis que sugiere que el origen de la cultura olmeca ocurrió en esta región.

     
    Cabeza olmeca, La Venta

    Entre las expresiones culturales más conocidas de esta cultura se encuentran las cabezas colosales, esculpidas en monolitos de hasta tres metros de altura, con un peso de varias toneladas. Si se tiene en cuenta que los sitios en donde fueron localizados distan varias decenas de kilómetros de las canteras donde se obtiene el basalto, y que los pueblos mesoamericanos carecían de herramientas de fierro, la lapidaria olmeca es una verdadera proeza. Se desconoce cuál era la función de estos monumentos. Algunos autores proponen que se trataba de monumentos conmemorativos de jugadores de juego de pelota que habían sido excepcionalmente notables, o bien, que son retratos de miembros de la élite gobernante olmeca. Los olmecas también son conocidos por sus pequeñas tallas en jade (el material más apreciado de Mesoamérica), y otras tallas en basalto de dimensiones menores. Tanto las figurillas y la escultura olmeca abundan en representaciones del hombre-jaguar, que según José María Covarrubias, puede ser un antecedente del culto a la deidad de la lluvia, o quizá sea un ancestro del futuro Tezcatlipoca, en su advocación de Tepeyóllotl, el ‘corazón del monte’.

    Se desconoce a ciencia cierta cuáles fueron los motivos de la decadencia olmeca. Se la asocia con conflictos políticos entre las élites de los principales centros de poder, y con la invasión de otros pueblos. Como se ha dicho, los zoques podrían ser descendientes de los olmecas, expulsados del área nuclear. Sin embargo, no se descarta que algunos grupos hayan llegado al valle de Oaxaca, a las tierras altas mayas o a la cuenca central de México, donde contribuyeron al desarrollo de las culturas zapoteca y maya, y al apogeo de Teotihuacán en el período clásico.

    Período Clásico
     
    Máscara del Dios Murciélago

    El período clásico de Mesoamérica abarca de los años 200 al 900 d. C. La fecha de conclusión puede variar en cada región: por ejemplo, en el Centro de México está relacionado con la caída de los centros regionales del período epiclásico, hacia el año 900; en el Golfo, con el declive de El Tajín, en el año 800; en el área Maya, con el abandono de las ciudades de las tierras altas en el siglo IX; y en Oaxaca, con la desaparición de Monte Albán hacia el año 850. Normalmente, el clásico mesoamericano es caracterizado como la etapa en que las artes, la ciencia, el urbanismo, la arquitectura y la organización social alcanzaron su cúspide. Esto es cierto, pero no lo es menos el hecho de que se trató de una época dominada por la presencia de Teotihuacán en toda la región, y que la competencia entre los diferentes estados mesoamericanos provocaba continuas guerras.

    Esta etapa de la historia mesoamericana se divide en dos fases. La primera es conocida como Clásico Medio, y abarca del año 200 al 600 d. C. La segunda es el Clásico Tardío, que va del 600 al 800/900 d. C. La primera etapa estuvo dominada por Teotihuacán. De hecho comienza con la política expansionista de esta ciudad, que la llevó a controlar las principales rutas comerciales de Mesoamérica. Durante este tiempo, se consolida el proceso de urbanización que tiene su origen en los dos últimos siglos del período preclásico temprano. Los principales centros de la época son Monte Albán, Tikal y Calakmul, y desde luego Teotihuacán, que concentraba el 80 por ciento de los 200 000 habitantes de la cuenca del lago de Texcoco.

     
    Templo 2 de Tikal, Guatemala.

    Las ciudades de esta etapa se caracterizan por su carácter cosmopolita, es decir, por su composición multiétnica, que implicaba la convivencia en un mismo núcleo de población de varias lenguas, prácticas culturales y gente proveniente de las más diversas regiones. Se intensificaron las alianzas políticas entre las élites regionales, casi todas ellas aliadas a Teotihuacán. Asimismo, la diferenciación social se hizo más evidente, una pequeña clase dominante imperaba sobre la mayor parte de la población, que estaba obligada a pagar tributos y participar en la construcción de obras públicas, como los sistemas de riego, los edificios religiosos, y las vías de comunicación. El crecimiento de las ciudades no se puede explicar sin el avance de las técnicas agrícolas y la intensificación de las redes de comercio que involucraron no solo a los pueblos de Mesoamérica, sino a las lejanas culturas de Oasisamérica.

     
    Estela H de Copán.

    Las artes de Mesoamérica en este tiempo alcanzan algunos de sus picos más refinados. Especialmente notables son las estelas mayas, exquisitos monumentos conmemorativos de los sucesos relacionados con los linajes de las ciudades de las tierras altas. En Teotihuacán, por otro lado, la arquitectura hacía grandes avances: en esta ciudad se definió el estilo clásico de la construcción de basamentos piramidales, constituidos por unidades de talud-tablero. El estilo arquitectónico teotihuacano fue repetido y reelaborado en diferentes ciudades, a lo largo de toda Mesoamérica, los ejemplos más claros son la capital zapoteca de Monte Albán y la ciudad de Tikal, en el Petén guatemalteco. Siglos más tarde, mucho tiempo después del abandono de Teotihuacán, los pueblos del posclásico seguirían los patrones constructivos de Teotihuacán, especialmente en Tollan-Xicocotitlan, Tenochtitlan y Chichén Itzá.

    Fueron muchos los avances científicos en esta etapa. Los mayas habían llevado a su máxima expresión el calendario y la numeración que habían heredado de los olmecas. El uso de la escritura se generalizó en toda Mesoamérica, aunque era una actividad sagrada y solo practicada por los sacerdotes. Sobre la base del viejo sistema de escritura olmeca, otros pueblos desarrollaron la suya propia, siendo los casos más notables los de la cultura ñuiñe y los zapotecos de Oaxaca. La observación astronómica se convirtió en un asunto de la más vital importancia por su relación con la agricultura, base económica de la sociedad mesoamericana.

    El período clásico temprano concluye con el declive de Teotihuacán. Este hecho permitió el florecimiento de centros regionales de poder que competían por el dominio de las rutas comerciales y la explotación de los recursos del medio ambiente. De esta manera dio inicio el período Clásico Tardío, que algunos autores llaman Epiclásico. Como se ha dicho, se trata de un período de fragmentación política, en el que ninguna ciudad tenía la hegemonía total. En este período ocurren varios reacomodos de población, derivados de las incursiones de grupos aridoamericanos y norteños, que empujaron a los viejos pobladores de Mesoamérica hacia el sur. A esto, hay que sumar las migraciones de pueblos sureños que terminarían por establecerse en el Centro de México, como los Olmeca-xicalanca, procedentes de la península de Yucatán y fundadores de Cacaxtla y Xochicalco.

     
    Mural del Pórtico A, en Cacaxtla, Tlaxcala.

    En el área Maya, Tikal, la ciudad que había sido aliada de Teotihuacán, acompañó a la metrópoli en su decadencia. Lo mismo aconteció con Calakmul. En su lugar, emergieron las ciudades de Palenque, Copán y Yaxchilán. Estas y otras ciudades-estado de la región se enfrentaron en sangrientas guerras que serían la ruina de la civilización maya clásica. Hacia el final del período tardío, los mayas habían abandonado la cuenta del tiempo en el calendario de Cuenta Larga, y muchas de sus ciudades fueron incendiadas y abandonadas a la selva. Mientras tanto, en Oaxaca, Monte Albán conocía su período de mayor esplendor, aunque finalmente sucumbiría hacia el siglo IX, por razones que todavía son desconocidas. Su suerte no fue muy diferente de otras ciudades como La Quemada o en el norte, Teotihuacán en el centro: fue incendiada y abandonada. En el último siglo del período clásico, la hegemonía en el valle de Oaxaca se había trasladado a Lambityeco, unos kilómetros al oriente.

    Como queda dicho, hacia el final del clásico tardío numerosos pueblos del norte penetraron en el corazón de Mesoamérica, y habían llegado para quedarse. Entre estos pueblos venían los nahuas, que serían fundadores de las ciudades de Tollan-Xicocotitlan y Tenochtitlan, las dos capitales más importantes del período posclásico.

    Teotihuacán
     
    Principales sitios asociados a la ciudad de Teotihuacán.

    La ciudad de los dioses, tal cual es el significado de Teotihuacán en lengua náhutal, tuvo sus inicios hacia el final del período preclásico. De sus fundadores no se sabe nada a ciencia cierta, aunque se supone que los otomíes tuvieron un papel importante en el desarrollo de la ciudad, como en la cultura arcaica del valle de México, representada por Tlatilco. En sus inicios, Teotihuacán compitió con Cuicuilco por la hegemonía en la cuenca. Para esta batalla política y económica, Teotihuacán se apoyaba en su control de los yacimientos de obsidiana de la sierra de las Navajas, en el actual estado de Hidalgo. Tampoco se ha determinado la causa de la declinación de Cuicuilco, pero se sabe, en cambio, que buena parte de sus antiguos pobladores se trasladaron a Teotihuacán unos años antes de la erupción del Xitle, que sepultó la aldea sureña bajo la lava.

    Una vez sin competencia en la ribera sur del lago, Teotihuacán pasó por una fase de expansión que la llevó a ser una de las mayores ciudades de su tiempo, no solo en Mesoamérica, sino en el mundo entero. En su crecimiento, atrajo a la inmensa mayoría de los habitantes del valle en la época. Los teotihuacanos eran sumamente dependientes de la actividad agrícola, principalmente del maíz, el frijol y la calabaza, la tríada agrícola mesoamericana. Sin embargo, su hegemonía política y económica estaba basada en dos productos extranjeros, sobre los cuales tenía el monopolio: la cerámica Anaranjado, producida en el valle Poblano-Tlaxcalteca, y los yacimientos minerales de la sierra hidalguense. Ambos eran artículos muy apreciados en toda Mesoamérica, y eran intercambiados por mercancía suntuaria y de primera necesidad, proveniente de lugares tan lejanos como Nuevo México o Guatemala. Por ello, Teotihuacán se convirtió en el nodo de la red comercial mesoamericana. Como aliados tenía a Monte Albán y Tikal en el sureste, Matacapan en la costa del golfo, Altavista en el norte, y Tingambato en el occidente.

     
    Vista de la Calzada de los Muertos desde la Pirámide de la Luna. Teotihuacán, Estado de México.

    Los teotihuacanos refinaron el panteón mesoamericano, cuyos orígenes datan de los tiempos olmecas. especial importancia tuvieron los cultos de Quetzalcóatl y Tláloc, deidades agrícolas. Los intercambios comerciales propiciaron la difusión de estos cultos entre las sociedades mesoamericanas, que los retomaron para reelaborarlos luego. Se pensaba que la sociedad teotihuacana desconocía la escritura, pero como demuestra Duverger, la escritura teotihuacana lleva a un punto extremo la pictografía, que provoca una confusión entre escritura y pintura.

    La caída de Teotihuacán está asociada a la emergencia de ciudades-estado en los confines del área Centro de México. Se sospecha que estas florecieron debido al declive de Teotihuacán, aunque es muy posible que haya ocurrido lo contrario: que las ciudades de Cacaxtla, Xochicalco, Teotenango y El Tajín hayan cobrado fuerza primero, y luego estrangularan a Teotihuacán, atrapada en el centro de la cuenca y sin acceso a las rutas comerciales. Esto ocurrió hacia el año 600 d. C., y aunque la población siguió ocupada un siglo y medio más, finalmente fue destruida y abandonada por sus pobladores, que se refugiaron en sitios como Culhuacán y Azcapotzalco, en las orillas del lago de Texcoco.

    Mayas del Clásico
     
    Mapa de ubicación del pueblo maya y sus principales sitios

    Los mayas fueron creadores de una de las culturas mesoamericanas más conocidas y estudiadas. Algunos autores como Michael D. Coe opinan que la cultura de los mayas es por completo diferente del resto de los pueblos mesoamericanos. Sin embargo, muchos de los elementos culturales presentes en los mayas son comunes al resto de Mesoamérica, como el uso de dos calendarios, la numeración vigesimal, el cultivo de maíz, los sacrificios humanos y ciertos mitos como el Quinto Sol, o cultos, como del de la Serpiente Emplumada y la deidad de la lluvia, que en maya se llama Chaac.

     
    Bajorrelieve en el museo de Palenque, Chiapas

    Los inicios de la cultura maya se remontan al desarrollo de Kaminaljuyú, en el período preclásico medio. Sin embargo, sus rasgos más conspicuos no surgen sino hasta el primer siglo de la era cristiana, y aparecen —según algunos autores— como herederos de los olmecas del golfo que habían emigrado hacia las tierras altas de Chiapas y Guatemala. La evidencia arqueológica indica que los mayas no formaron nunca un Estado unido; más bien, estaban organizados en pequeños cacicazgos que se hacían la guerra mutuamente. De hecho, López Austin y López Luján señalan que si algo caracterizó a los mayas del clásico fue su gran belicosidad. Probablemente fueron un pueblo con mayor vocación guerrera que lo teotihuacanos, y esto vendría a echar por tierra la imagen de una sociedad pacífica y entregada a la contemplación religiosa que se tiene corrientemente de los mayas. Desde luego, practicaron el sacrificio humano y el canibalismo ritual, como lo confirman los murales de Bonampak, una de sus ciudades más importantes en el período clásico.

    La aparición de las grandes ciudades mayas fue tardía en comparación con el resto de Mesoamérica. En contraste, el desarrollo de la escritura y el calendario fueron bastante precoces, y algunos de los monumentos conmemorativos más antiguos proceden de sitios localizados en la región. Hace algunos años, los arqueólogos suponían que las zonas arqueológicas de los mayas solo habían fungido como centros ceremoniales, y que la población llana vivía en aldehuelas ubicadas alrededor de ellos. Sin embargo, las excavaciones más recientes indican que los sitios mayas contaban con servicios urbanos tan complejos como los de Teotihuacán (drenaje, acueductos, pavimentos). La construcción de estos sitios se realizó sobre la base de una sociedad altamente estratificada, dominada por la clase sacerdotal, que al mismo tiempo era la élite política.

     
    Comalcalco, Tabasco. Construcciones mayas en ladrillo cocido del período clásico.

    Esta élite controlaba la agricultura, que se practicaba mediante el sistema de roza —tumba y quema— y, como en el resto del área mesoamericana, imponía a los estratos más bajos de la población impuestos en especie y en mano de obra, que permitieron concentrar recursos suficientes para la construcción de los monumentos públicos que legitimaban el poder y la estratificación de la sociedad. Durante el período clásico, la élite política maya sostuvo fuertes lazos con Teotihuacán, Tras la caída de Teotihuacán, Tikal también entró en recesión, y su poderío pasó a manos de otras ciudades localizadas en la ribera del río Usumacinta, como Piedras Negras, Palenque. Sin embargo, algo que contradice el dominio militar teotihuacano en Tikal, es el hecho de que el apogeo de construcción en Tikal, es después del 700 d. C., cuando Teotihuacán cayó. Finalmente, parece que la gran sequía que azotó Centroamérica en el siglo IX dio al traste con el sistema político maya, hecho que ocasionó revueltas populares y el derrocamiento de los grupos dominantes. Muchas ciudades fueron abandonadas y de ellas no se volvió a saber hasta el siglo XIX, cuando se intensificó la exploración arqueológica y, en buena medida, los descendientes de los mayas condujeron a los arqueólogos estadounidenses y europeos hasta las ciudades que la selva se había tragado.

    Periodo Epiclásico

    Luego del ocaso de Teotihuacán se originó una fuerte inestabilidad política entre las diversas sociedades del centro de México, las cuales de forma directa o indirecta estaban controladas e influenciadas por Teotihucan. Entre el 650 y el 1000 hubo un periodo de transición de centros regionales de poder de índole militarista que dominaron entidades políticas menores y que consolidaron las características posteriores del Posclásico. En este periodo se configuran en definitiva algunas sociedades eminentemente hostiles, militaristas, que rompen la estabilidad impuesta por la hegemonía teotihuacana con el resultado de movimientos demográficos de importancia en la región. En este periodo se desarrollaron urbes como Cacaxtla, Xochicalco, Tula Chico, Cantona y Cholula.

    Período Posclásico
     
    Vasija tipo códice, de la cultura mixteca. Actualmente en el LACMA.

    El período Posclásico abarca el período comprendido entre el año 900 y la conquista de Mesoamérica por los españoles, ocurrida entre 1521 y 1697. Se trata de un período donde la actividad militar cobra gran importancia. Las élites políticas asociadas a la clase sacerdotal fueron relevadas de su cargo por los grupos guerreros. A su vez, por lo menos medio siglo antes de la llegada de los españoles, los guerreros iban cediendo sus posiciones de privilegio a un grupo muy poderoso que nada tenía que ver con la estructura nobiliaria, los pochtecas, comerciantes que se hicieron con gran poder político en virtud de su poder económico.[7]

    El período posclásico se divide en dos partes. La primera es el posclásico temprano, que abarca los siglos X al XIII, y es caracterizado por la hegemonía tolteca de Tollan-Xicocotitlan (Tula). El siglo XII marca el inicio de la etapa tardía del posclásico, que inicia con la llegada de los pueblos chichimecas, emparentados lingüísticamente con los toltecas y los mexicas que llegaron a establecerse en el valle de México en el año 1325, luego de una larga peregrinación de dos siglos desde Aztlán, un sitio del que se desconoce su ubicación precisa. Muchos de los cambios sociales que se observan en este período final de la civilización mesoamericana están relacionados con los movimientos migratorios de los pueblos norteños. Estos pueblos provenían de Oasisamérica, Aridoamérica y la zona Norte de Mesoamérica, empujados por un cambio climático que amenazaba su subsistencia. Las migraciones de los norteños provocaron a su vez, el desplazamiento de pueblos asentados desde siglos en el área nuclear mesoamericana; algunos de ellos llegaron hasta Centroamérica.

    Fueron numerosos los cambios culturales que ocurrieron en este tiempo. Uno de ellos fue la generalización de la metalurgia, que llegó importada desde Sudamérica, y cuyos restos más antiguos proceden, como los de la cerámica, del Occidente. El conocimiento de los metales por parte de los pueblos mesoamericanos no alcanzó un gran desarrollo. Más bien, su uso fue muy limitado (algunas pocas hachas de cobre, agujas, y sobre todo adornos corporales). Las técnicas más refinadas de la metalurgia mesoamericana fueron desarrolladas por los mixtecos, que produjeron artículos suntuarios exquisitamente trabajados.

     
    Escudo de Yanhuitlán

    También la arquitectura vio notables avances. Se introdujo el uso de clavos arquitectónicos para sostener los recubrimientos de los templos, fue mejorado el mortero para la construcción, se introdujo el uso de columnas y techos de piedra, que solo habían sido empleados en el área Maya durante el clásico.

    En la agricultura, los sistemas de riego se hicieron más complejos; y en el valle de México, en especial, la técnica de las chinampas fue llevada a su máxima expresión por los mexicas, que construyeron sobre ellas una ciudad de 200 000 habitantes.

    El sistema político enfrentó también transformaciones importantes. Durante el posclásico temprano, las élites políticas con vocación guerrera se legitimaban por medio de su adhesión a un complejo de creencias religiosas que López Austin llama «zuyuanidad». Según esto, las clases dirigentes se proclamaban a sí mismas descendientes de la Serpiente Emplumada, una de las potencias creadoras y héroe cultural en la mitología mesoamericana. Asimismo, se declaraban herederas de una ciudad no menos mítica, llamada Tollan en nahua, y Zuyuá en maya (de donde toma el nombre el complejo descrito por López Austin). Muchas de las capitales importantes del período se identificaban con este topónimo (como Tollan-Xicocotitlan, Tollan Chollollan, Tollan Teotihuacán).

    Aunque por mucho tiempo se identificó a la Tollan del mito, con la Tula de Hidalgo, Enrique Florescano y López Austin señalan que no hay razón para ello. El primero dice que la Tollan mítica es Teotihuacán, y el segundo argumenta que Tollan es parte del imaginario religioso de los mesoamericanos. Otra de las características del complejo zuyuano es la formación de alianzas entre diferentes ciudades-estado, dominadas por grupos afines a la ideología zuyuana; tal es el caso de la Liga de Mayapán en Yucatán, o la confederación mixteca de Ocho Venado en la sierra oaxaqueña. Estas sociedades del posclásico temprano se caracterizaron por su carácter militar y por su composición multiétnica.

     
    Atlantes de Tula, en Hidalgo

    Sin embargo, la caída de Tollan-Xicocotitlan puso en jaque el sistema zuyuano, que finalmente concluyó con la disolución de la Liga de Mayapán, el Estado mixteco y el abandono de Tula. Mesoamérica recibió nuevas migraciones del norte, y aunque los grupos recién llegados estaban emparentados con los antiguos toltecas, tenían una ideología por completo diferente. Los últimos en llegar fueron los mexicas, que se establecieron en un islote del lago de Texcoco bajo dominio de los tecpanecas de Azcapotzalco. Este grupo habría de sojuzgar en las décadas siguientes una buena parte de Mesoamérica, conformando un Estado unitario y centralizado que solo tuvo como rival a los tarascos de Michoacán. Nunca unos pudieron vencer a los otros, y parece que hubo una especie de pacto de no agresión entre ambos pueblos.

     
    Mesoamérica y Centroamérica en el siglo XVI antes de la llegada de los españoles.

    A la llegada de los españoles, muchos pueblos sometidos a los mexicas ya no deseaban seguir bajo su dominio. Por ello, aprovecharon la oportunidad propuesta por los europeos y los apoyaron, pensando que de esta manera quedarían en libertad.

    Mexicas

    Quizá, junto con la maya, la más conocida de las culturas mesoamericanas de la época precolombina sea la mexica. Esto se debe, entre otras cosas, a que su Estado era el más poderoso y rico de la región, a costa de la explotación de los pueblos periféricos. Cuando los españoles consumaron la conquista de México, muchos misioneros se preocuparon en rescatar el testimonio cultural de los pueblos nahuas, y por ello el cúmulo de información que se tiene de ellos es el más importante en extensión y calidad.

    Los mexicas eran un pueblo que procedía del norte o el occidente de Mesoamérica: Aztlán. Los nayaritas dicen que la mítica Aztlán está ubicada en la isla de Mexcaltitán. Algunas hipótesis señalan que pudo haber estado localizada en algún punto del estado de Zacatecas, otras señalan que Aztlán está ubicado en las inmediaciones del Cerro Culiacán en el Bajío, e incluso se ha propuesto que se encuentra en Nuevo México. De cualquier manera, no parece probable que los mexicas fueran un pueblo ajeno a la tradición mesoamericana clásica. De hecho, compartían muchas características con los pueblos del área nuclear. Se trataba de un pueblo de habla náhuatl, la misma lengua que, según es generalmente aceptado, hablaban los toltecas que los antecedieron en su llegada. [8]

     
    Vista actual de las chinampas de Xochimilco, en el Distrito Federal

    Se calcula que la salida de Aztlán debió ocurrir en las primeras décadas del siglo XII, esto con base en el documento conocido como Tira de la Peregrinación, un códice donde se señalan los hechos notables de la migración, con fechas en calendario nahua. Tras mucho peregrinar, llegaron a la cuenca del valle de México en el siglo XIV. Se establecieron en varios puntos de la ribera del lago (Culhuacán, Tizapán) antes de establecerse en el islote de México, protegidos por Tezozómoc, rey de los tecpanecas. La ciudad de Tenochtitlan fue fundada en el año de 1325, como una ciudad aliada de Azcapotzalco. Sin embargo, apenas un siglo más tarde (1430), los mexicas, aliados con Texcoco y Tlacopan, hicieron la guerra a Azcapotzalco y la derrotaron. Fue así como nació la Triple Alianza, que sustituyó a la antigua confederación regida por los tecpanecas (que incluía a Coatlinchan y Culhuacán).

    Al frente de la Triple Alianza, los mexicas dieron inicio a una fase expansionista que los llevó a controlar buena parte de Mesoamérica. Solo quedaron libres los señoríos de Tlaxcala (nahua), Meztitlán (otomí), Teotitlán del Camino (cuicateco), Tututepec (mixteco), Tehuantepec (zapoteca), el área maya y el Occidente (regido por sus rivales los tarascos).

    Las provincias sometidas tenían la obligación de pagar un tributo a Tenochtitlan, que está registrado en otro códice conocido como Matrícula de los tributos. Este documento especifica la cantidad y el género de productos que cada provincia debía entregar a los mexicas.

     
    Escena de la conquista de México, ocurrida en el año de 1521

    El Estado mexica fue conquistado por los españoles de Hernán Cortés y sus aliados tlaxcaltecas y zempoaltecas en 1521. La caída total de Mesoamérica se consumó en 1697, cuando Tayasal, en el Petén, fue tomada tardíamente por los españoles.

    La conquista española vino a interrumpir abruptamente el desarrollo de todas las culturas mesoamericanas, destruyendo los testimonios más importantes de aquellos pueblos indígenas: templos, estatuas, códices y obras de arte. Tras la destrucción de las soberanías y religiones mesoamericanas en forma, los sobrevivientes de estas culturas se mezclaron con los invasores tanto a nivel humano como cultural, dando origen al mestizaje. En la actualidad solo una porción de la cultura de aquellos pueblos cuenta con testimonios materiales para hablar de sí mismos ante el mundo contemporáneo, ya sea en forma de restos arqueológicos o fundida en el sincretismo cultural de los países que actualmente ocupan la región.

    Es probable que el primer cultivo desarrollado en Mesoamérica haya sido la calabaza (Cucurbita pepo), que aparece entre materiales correspondientes al final del Cenolítico (siglo LX a. C., o hace aprox. 6,200 años). A la calabaza seguiría el desarrollo del maíz (Zea mays), el frijol (Phaseolus vulgaris) y el chile (Capsicum annuum), cultivos que aparecieron por primera vez en los siguientes 2000 años en lugares tan distantes como la cueva de la Perra (Tamaulipas) o el valle de Tehuacán en Puebla (López Austin y López Luján, 2001: 27). Brush, 1965. McNeish, 1967. No todos los mesoamericanistas aceptan la validez de los testimonios de la cerámica en estos dos sitios. Por ejemplo, Duverger (2007) señala que estos descubrimientos no pasan de ser pedazos de arcilla que no resistieron el contacto con el agua. Menos radical, Niederberger (2005) señala que
    la ambigüedad de las asociaciones estratigráficas, en el primer caso [el de Puerto Marqués], y la inconsistencia general de la definición de la fase Purrón, en el segundo, llevan a pensar que el problema del origen de la alfarería en la América media está lejos de haber sido resuelto. En efecto, los conjuntos cerámicos que corresponden a las épocas siguientes presentan ya un elevado grado de complejidad.
    Una de las más antiguas culturas con cerámica en la América precolombina fue la llamada cultura Valdivia, que toma su nombre de la localidad del mismo nombre —localizada en la costa ecuatoriana del Pacífico, al norte del golfo de Guayaquil— donde Emilio Estrada encontró el que por mucho tiempo fue el principal yacimiento correspondiente a este complejo cultural. Los materiales de la cultura Valdivia han sido fechados en el cuarto milenio antes de la era cristiana (Bisof y Viteri, 2006). López Austin y López Luján, 2001: cuadro 1.2. León-Portilla, Miguel (1995). Toltecáyotl: aspectos de la cultura náhuatl. México: Fondo de Cultura Económica. p. 295. ISBN 968-16-0611-6. Consultado el 24 de febrero de 2011. «Veía después al jefe de pocthecas o mercaderes, hombre de gran poder económico y consiguientemente de gran fuerza política. »  Canger, Una (1988). «Nahuatl dialectology: a survey and some suggestions». International Journal of American Linguistics 54 (1): 63. 
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